Capítulo 18

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Después de pasar un camino de nardos, margaritas africanas y cempasúchil. Llegaron a un lago el cual se encontraba rodeado de rosas y crisantemos. Pero las protagonistas de aquel lugar eran los lirios de agua, los cuales se alzaban en medio del lago. Flores de color rosa, amarillo, naranja y durazno adornaban casi por completo el agua. Sin mencionar que su aroma impregnaba todo el lugar.

—Es hermoso —decía Maika sin despegar la vista del paisaje.

—Simplemente perfecto —añadía el alfa con sus ojos puestos en aquella figura pálida.

—Nunca había estado en un sitio como este —declaró el omega, mientras tomaban asiento en una banca al lado del lago.

—Mi madre acostumbrada traerme, este era uno de sus lugares favoritos.

—Puedo entender la razón, ¿así que a tu madre le gusta venir a este lugar?

—Le gustaba —respondió, emulando una sonrisa que dejaba ver cierto aire de tristeza en ella.

—Lo siento, yo no debí preguntar eso. Perdón no fue mi intención.

—Descuida, me alegra saber que hubieras disfrutado este lugar si ella te hubiese invitado.

Aunque las palabras del alfa pretendían hacer sentir mejor a Maika, este no podía evitar percibir como su corazón parecía estar siendo apretado, al ver el rostro de Damián tras hablar de su madre.

—Perdón —decía en voz baja, el alfa podía notar como el omega aún se sentía mal, a pesar de que él le había pedido que no lo hiciera.

—He dicho que no te preocupes —exclamó, acercándole de tal manera que la cabeza de Maika ahora se encontraba recargada en su hombro — ¿Podrías dejar de preocuparte? Por favor, no me gusta verte así —añadió para después liberar un poco de sus feromonas, lo suficiente para que el omega se sintiera más tranquilo.

—Bien —decía apretando su mano a la del alfa, pues estas seguían unidas.

—Amo el olor de este lugar...lirios de agua. Nunca imaginé que este aroma que me acompañó prácticamente toda mi niñez, también estaría destinado a acompañarme el resto de mi vida —al oír eso, Maika levantó la cabeza y dirigió su mirada hacia Damián —Aunque debo decir que, tus feromonas huelen una infinidad de veces más deliciosas que todo este lugar —aseguraba poniendo su palma libre sobre la mejilla y acariciando con sus dedos la oreja del omega.

—No sé por qué dices este tipo de cosas todo el tiempo.

—Porque es verdad, podrías estar en un cuarto lleno de flores y lograría encontrarte aun con los ojos cerrados ¿quieres saber por qué?

—¿Por qué?

—Porque eres mi persona destinada... Mi omega, cada célula de mi cuerpo, me atraería hacia ti. Tu aroma es el más exquisito que he encontrado en mi vida. Cada respiración tuya me da vida, la cual te pertenece —Maika sentía como si su pecho fuera estallar con cada palabra que Damián pronunciaba. El toque de aquellas manos mandaba electricidad a su cuerpo —Sé que tú también lo sientes, pero entiendo que tienes miedo de aceptarlo. Y está bien pues ya te lo había dicho... no pretendo ir a ningún lado, así que no me hagas esperar demasiado ¿está bien? —Maika asintió levemente.

Ambos se quedaron en silencio admirando aquel paisaje, sin soltarse de las manos.

—Mi flor favorita es la gardenia —dijo el omega, el alfa le vio al escuchar estas palabras —Las feromonas de mi madre tenían ese olor.

—Acompáñame —exclamó poniéndose de pie.

Después de pasar por un túnel envuelto en glicinas llegaron a un jardín al fondo del recinto, en este se podía apreciar un campo cubierto de gardenias blancas. Maika cerro los ojos, parecía buscar algo en medio de aquel aroma, algo que había perdido tiempo atrás. Trato de frenar las lágrimas, pero le fue inútil, en medio de aquel lugar y añorando los recuerdos, sus mejillas ahora se encontraban cubiertas por caminos húmedos hechos por sus lágrimas. Damián podía sentir aun sin estar vinculados, la melancolía que inundaba al omega. Así que le haló hacia él y le abrazó.

Fragancias.Where stories live. Discover now