Capítulo 87

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La saliva se desbordaba por las comisuras de la boca rosada, aunque su quijada se encontraba adolorida, intentaba refugiarse en su mente, en aquellos momentos que había vivido con Luka.

—Demonios —exclamaba Sebastián debido al placer —había olvidado lo bueno que eres en esto. Sé que puedes tomarlo aún más al fondo —declaraba sujetándolo de la melena naranja, empujando de esta manera su miembro más adentro. —Aggghh —deseaba llegar al fondo de aquella garganta, profanar y marcar el cuerpo entero del beta.

Ezra sintió como Sebastián embestía con más fuerza con el fin de llegar aún más al fondo, sentía como el aire comenzaba a faltarle, por inercia intentaba alejarle al poner sus manos en las piernas de este u empujándolo, pero aun cuando estaba poniendo toda sus fuerzas este no se inmutaba. Encajo sus uñas para ver si de esta manera el alfa cedía, por el contrario, ver la desesperación del beta aceleraba y excitaba aún más a Sebastián.

—¡Maldito hijo de puta! —gritó tras sentir el ligero roce de los dientes de Ezra sobre su miembro. Le alejo y sin piedad le propino una bofetada, el golpe hizo que el beta se desorientara, su visión por un instante se tornó borrosa y le había reventado por el labio. —AAHHHh —exclamó debido a la ira —¿Así que aún sigues desobedeciendo eh? Muy bien, entonces no me queda otra opción —proclamaba mientras apretaba más su agarre en la cabellera del beta y le lanzaba de vuelta a la cama.

Su garganta se hallaba lastimada y la energía de su cuerpo era baja, intentaba gritar, pero su voz parecía perderse. Y por más que luchara por impedir que el alfa asegurara la cabecera era inútil.

—No tenía pensado usar esto de nuevo en ti, siempre llorabas cada vez que lo utilizaba. —los ojos de Ezra comenzaron a llenarse de agua, pues sabía exactamente lo que vendría. —pero quizás no hay otra manera de hacerte entender de una buena vez.

El alfa dirigió sus pasos hacia una de las gavetas, examino con la mirada y ogro localizar el objeto que buscaba. El mango tenía un brillo a pesar de su color oscuro en comparación con el negro mate de las correas.

—Tal parece que debo tratarte como un animal, si quiero seas obediente —decía enredando las correas del látigo y tensándolas.

Los ojos de Sebastián poseían un brillo particular, relamió sus labios tras fijar su mirada en aquella blanca espalda e imaginar el dolor que infligiría. ¿Qué tanto lograría que arqueara su columna? ¿Acaso hermosas lágrimas recorrerían las mejillas del beta? ¿Ezra gemiría o mordería sus labios con el fin de silenciarlos? ¿Qué hermosas figuras se formarían con cada uno de los latigazos? El solo pensar en esto hacía que el miembro del alfa comenzara a ponerse duro.

—Gaggghhhhh —Ezra trataba de contener su voz.

Los primeros latigazos habían dejado un camino de líneas rojas en aquella suave piel, los gemidos suprimidos de Ezra, el rojo vivo que comenzaba a pintarse con cada golpe, la manera en la que las manos del beta temblaban debido al calvario por el cual estaba pasando, todo esto ponía nuevamente en estado de frenesí al alfa. Siguió dando latigazos y conforme más trazos rojizos aparecían en aquella piel, le era más difícil a Ezra controlar sus sollozos.

—Sé bueno y recíbelo, vamoooos gime para mí —proclamaba con éxtasis Sebastián. Notaba como en algunas marcas la primera capa de piel había desaparecido, dejando una marca aún más viva.

—Aaaggggghhhh —la visión del beta empezaba a ponerse borrosa.

—Diablooos —exclamaba penetrándole de golpe —la manera en la que tu interior recibe de nuevo mi verga me deja saber que también estaba anhelando sentirme de nuevo. Tu interior se siente tan jodidamente bien, ¡haré que este agujero se trague hasta la última gota de mi semen, de tal manera de que, aunque te bañes, sigas percibiendo el aroma del alfa a quien le perteneces! —exclamaba eyaculando nuevamente en el interior del beta. Aquellos luceros esmeralda no mostraban más esperanza, su mente intentaba volar tan lejos como pudiera de aquel lugar.
—Ezra, Ezra —conocía el sonido de esa voz, era cálida —Despierta —la figura desenfocada se comenzaba a colar entre sus pestañas. Amaba como los rayos de sol iluminaban la melena del alfa, y la forma en la que aquellos labios duraznos se curvaban y le mostraba esa acogedora sonrisa en la mañana era su paisaje favorito.

Fragancias.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora