Capítulo 70

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—Tus manos han sanado correctamente —la voz de Julie por alguna razón sonaba distante —es muy probable, que por un tiempo no tengas la misma fuerza en los dedos que fueron fracturados, pero irás recobrándola así que no quiero que te preocupes por eso.

—...

—¿Maika?

—Perdón, si, no me preocuparé. —el semblante de este era muy diferente a cuando Julie lo había conocido, la estructura ósea de los pómulos sobresalía más debido a la pérdida de peso. Aquellos luceros dorados, ahora iban adornados de ojeras, y los labios cereza se encontraban mordidos y despellejados.

—¿Me permitirías hablar contigo un minuto a solas Damián?

—No creo que sea

—Está bien —interrumpió el omega —estaré a fuera.

Cuatro guardaespaldas custodiaban a Maika, aun en la sala de espera, pero aun así la inquietud no desaparecía.

—Ha perdido demasiado peso.

—Se esfuerza por comer, aunque sea un poco en todas las comidas.

—Sé que ambos están haciendo el mayor esfuerzo para afrontar su pérdida, pero Maika ocupa ayuda. No puede seguir así o de lo contrario.

—¿! ¿¡Crees que no lo sé!? ¿! ¿¡Acaso piensas que no noto como está desapareciendo de poco delante de mis ojos, como no puedo hacer otra cosa más que abrazarle en las noches cuando lo escucho llorar!?

Notaba como el alfa estaba poniendo todas sus fuerzas para no quebrarse, ya que su omega sería capaz de notarlo.

—Damián —no pudo evitar abrazarlo, a pesar de que su sobrino era un adulto, las imágenes de aquel niño pequeño que lloraba tras rasparse las rodillas, llegaban a la mente de Julie.

—Perdóname, ha sido difícil.

—Puedo darte la información de un psicólogo de confianza, ayudaría bastante a Maika.

—Gracias.

El corazón del omega se encontraba acelerado, caminar tomado de la mano del alfa ayudaba, pero no calmaba del todo su ansiedad. Debieron usar las escaleras, pues, no había sido capaz de tomar el elevador.

—Solo un poco más —le susurraba apretando con suavidad su mano.

—¡Maika! —la voz proveniente de una figura que no le era familiar hizo que este comenzara a hiperventilar, la última vez que alguien desconocido le había llamado fue uno de los peores días de su vida. —¿Maika?

Los guardaespaldas impidieron que dicha persona siguiera avanzando.

—Damián, ¿no se acuerdan de mí? Iba en la misma carrera que ustedes.

—Disculpa, Maika no sé siente bien. Debemos irnos.

—... claro lo entiendo, ojalá se mejore.

Al entrar a la limusina, su boca se encontraba completamente seca, y se hallaba empapado en sudor. Deseaba regresar a su hogar. Pues a pesar de que le costaba respirar en cualquier parte, al menos ahí, la sensación de asfixia que le acompañaba constantemente disminuía.

—¿A dónde vamos?

—Creí que te haría bien salir un poco, quizás ir a comer a un restaurante.

—¡No! ¡Quiero volver a casa!

—Maika, reservé el restaurante, no habrá nadie más que nosotros, por favor.

Fragancias.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora