Capítulo 67

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—¡AAAHHH AAAHH AAH! —se hallaba respirando con dificultad —¡NOOO NOOOO DAMIÁN, DIME QUE NO ES VERDAD, ¡NOOOOO! —era como si alguien se encontrara apretando su corazón, tan fuerte que seguía quebrándose en pequeños pedazos.

—Maika, te vas a lastimar, por favor —trataba con todas sus fuerzas de contener sus lágrimas, quería ser fuerte por su omega, pero dolía, dolía demasiado.

—¡MI BEBÉ, MI BEBÉ NOOO! —deseaba salir de ahí, necesitaba saber que todo aquello era solo una más de sus pesadillas, sin pensarlo arrancó la intravenosa.

—Maika, detente, te estás lastimando —las blancas sábanas comenzaron a teñirse de rojo carmesí. El dolor que invadía al omega era tan inmenso, que no era capaz de notar el daño físico que le habían infligido a su cuerpo. Las delicadas manos recibieron fracturas en algunos de los dedos, a causa de que Maika había tratado de proteger a su bebé con todo lo que había podido.

Damián le tomó en sus brazos para que este no siguiera lastimándose, las enfermeras entraron al oír la conmoción del cuarto. Por más que llamaban al omega por su nombre, no podía tranquilizarse.

—Será mejor anestesiarlo —decían ambas enfermeras.

—Sabía mi nombre, sabía mi nombre —repetía mientras comenzaba a quedarse dormido tras recibir el tranquilizante.

Tan pronto como Maika se quedó dormido, Damián no pudo reprimir más sus lágrimas, se derrumbó. Pensar que unas horas atrás, aquel vientre que se encontraba acariciando contenía el fruto de su amor, y ahora este les había sido arrebatado, le generaba una tristeza inmensa. La rabia y sed de venganza se incrementaba con cada una de sus respiraciones. Maika lo había dicho, la persona que lo atacó conocía su nombre, no había sido un ataque al azar, sino que este fue totalmente predeterminado.

—Mi pequeño lucero no pude llegar a conocerte, papá te amó desde el primer momento que supo de tu existencia, y de igual manera lo seguirá haciendo hasta que exhale la última de sus respiraciones. Haré que sufran el mismo dolor que nos causaron... te lo prometo.

Beep beep

—Damián —la voz de Lilian reflejaba la tristeza que cargaba.

—Han tenido que dormirlo y amarrarlo a la cama... —los párpados del omega se encontraban inflamados debido al llanto, se podían ver las lágrimas atrapadas entre las pestañas. —¿Podrían quedarse unas horas con él? Necesito atender un asunto... —los ojos del alfa tenían una mirada gélida.

—Claro, pero

—No hay necesidad de que te preocupes Lilian, solo cuídalo mientras no estoy.

Sus padres siempre le habían enseñado los mejores valores, pero en esos momentos Damián no entendía, como se suponía que debía seguir ese camino que le mostraron. No había manera en la que actuara de forma civilizada, no después de lo que les robaron.

—Dirígete al almacén Maurice —el beta sintió un escalofrío por su espalda tras esas palabras. Había servido por muchos años a la familia Walker y en ninguna ocasión la voz del alfa había sido tan fría.

Aquel almacén afueras de la ciudad era enorme, lúgubre y fue construido de tal manera que las voces de adentro no salieran al exterior.

Varios trabajadores estaban esperando el arribo de Damián, y aunque dentro de esa estructura había más de diez de ellos, los únicos ruidos presentes en esos momentos eran las pisadas del alfa, y una agitada respiración que provenía del centro de la habitación.

—Capturamos al sospechoso huyendo de la escena, confirmamos con las grabaciones del lugar que es la misma persona —proclamaba uno de sus trabajadores.

Fragancias.Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt