Capítulo 24

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No sé qué pasa pero hay una parte que no podéis leer,
Lo he vuelto a publicar a ver si funciona.

Cuando me despierto, Jake no está. Estoy abrazando su almohada de brazos y piernas inconscientemente.

Salgo al pasillo, aún desperezandome, cuando escucho gritos.

Oh, no.

Los recuerdos de mi adolescencia me llegan a la cabeza, pero los aparto inmediatamente. No puedo pensar en eso ahora.

—¡Por Dios, Adam!–oigo gritar a Laia–¡Te he dicho que estoy bien! ¡¿Es que no confías en mí?!

—¡Claro que confío en ti, Laia!–esta vez, la voz es de Adam–¡De quién no me fío es de él! ¡No para de observarte donde quiera que vas! ¡Y ahora casi te secuestra, joder!

Me quedo pálida.

¿Secues...?

—¡Pero ese chico llegó a tiempo! ¡Lo que importa es que ahora estoy bien ¿no?!

—¡¿Por qué lo defiendes?!

—¡Porque era mi mejor amigo!

—¡Y se ha convertido en tu acosa...!

A partir de ahí no puedo escuchar más, no puedo hacerlo sin acordarme de cuando estaba en casa. Los gritos, las peleas... Es algo que me supera.

Y tampoco me siento cómoda con la palabra acosador. Siempre que le gustaba a algún chico empezaba a seguirme e intentar hablar todo el rato conmigo y... No sé. Cosas muy raras.

Cada vez que les cogía confianza, creían que era que me gustaban. Y como "yo no le gustaba a nadie", creían que era fácil. Pero no.

Cuando era pequeña siempre me gustaba el primero –supuestamente–guapo que veía, y aunque no le solía gustar a muchos chicos, si no era el que a mí me gustaba le decía siempre que no. No iba a conformarme con el primero que viese.

Pero empecé a leer y me dejaron de gustar. Ahora es muy difícil que me guste alguien con las expectativas tan altas que tengo.

Y lo dice la que tiene novio ¿No?

Me meto de nuevo en la habitación, y me arrincono a la esquina con las rodillas pegadas al pecho y los cascos y el móvil en la mano.

Me pongo los auriculares rápidamente y le pongo el máximo volumen, escondiendo la cara entre mis rodillas.

La música está tan fuerte que no oigo a Jake llegar.

Obviamente se extraña de verme así, él no sabe todos los traumas que tengo. Solo el de mis dieciséis.

Él se acerca a mí y me acaricia el pelo. Yo levanto la cabeza, pero no me quitó los cascos, solo les bajo un poco el volumen para poder escucharlo. Tengo los ojos llorosos y él lo ve al instante.

—¿Qué pasa?–me pregunta.

—N-nada.

Él me quita un auricular y se sienta a mi lado, poniéndoselo en el oído.

—¿Qué haces?–le pregunto, sorprendida.

—La música que escuchas es tu estado de ánimo –explica–. Si es música triste, estás feliz y te da igual. Si es música alegre y movida, estás triste y necesitas subirte el ánimo. Eso sí, con Shawn Mendes da igual que sea triste o alegre, siempre te ayuda. Sobre todo There's nothing holding me back, o Stitches, a pesar de ser canciones totalmente diferentes.

Antes De TiWhere stories live. Discover now