CAPÍTULO 52

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POV Natalia

<< Flash forward >>

El sonido apagado de la multitud hacía de eco mientras me limitaba a mover la cucharilla de café, en semi cirulos, creando medias lunas con la espuma blanquecina y dejando a la vista el marrón oscuro de las profundidades. Saqué la cucharilla y di exactamente tres golpecitos con la parte central en la taza de cerámica, los suficientes como para dejar caer los restos adheridos al metal sin crear un tintineo incesantemente toca cojones. No soplé ni una vez. Y, aun así, no sabría decir quién estaba quemando más a qué: si el líquido ardiente y amargo arrasando con toda mi lengua y mi garganta por octava vez en este día o la furia que estaba bombeando y bullendo por cada una de mis venas.

Ni las paredes blancas, ni el olor a antiséptico de Hospital estaba clamando eso; así que, definitivamente, había sido una mucho mejor idea la de venirme a la cafetería pija de enfrente. Salir un poco. Que me tocase un poco el aire.

El teléfono comenzó a vibrar en cuanto volví a dejar la taza sobre su platillo. Número desconocido. Con toda la calma del mundo, levanté el trozo de tela blanca de mi regazo para secarme las comisuras y dejarlo sobre el mantel de la mesa a conjunto. Inhalé. Una, dos y tres veces, asegurándome de soltar parte del agarrotamiento con cada exhalación y de predisponer la frialdad de mi mente para cuando me digné a descolgar esa llamada.

— Vaya, vaya... — Una voz ronca y cruda sonó por el otro lado de la línea —. Ya pensaba que ibas a optar por ignorarme, Eilan Bay.

Mi carcajada irónica apenas movió un par de músculos de mi cara. Tal vez, por esa misma seriedad, era por lo que ninguno de los camareros se había atrevido a acercarse de nuevo a mi esquina. Mejor.

— Y yo pensaba que eras más inteligente, Alexander.

<< 35 horas antes >>

Jijis, jajas, bailes y más bailes. Ahora estiran, comen, vuelven a ensayar, pausa, entran a los vestuarios... Siguiente día. Vuelta a empezar.

El par de golpecitos en la puerta entornada arrancó mi mirada de la pantalla del portátil, obligándome a parar la grabación y descubriéndome a un castaño con las greñas recogidas en la nuca y una barba demasiado larga como para que su prometida no se estuviese quejando al respecto. Devolví la atención al portátil.

— Si vienes a gritarme como la última vez, ya te puedes ir largando por donde has venido. — Reactivé el vídeo sin ninguna intención de ponerme a discutir.

Menos en casa de mis padres. Y, menos, a estas horas y con las habitaciones contiguas llenas. Hasta ahí mis límites.

— No vengo a discutir.

— ¿Vienes a hablar de trabajo? — Seguí corriendo la barrita hacia adelante.

— No.

— Pues puedes hacer lo mismo.

¿No era ese el tipo de relación que ahora teníamos? Pues que siguiese así. Estaba ocupada.

No me hizo caso, ese era el tipo de respeto que imponía en mi propia familia, aun así, ni me molesté en reaccionar mientras cerraba la puerta tras de sí, se adentraba en la habitación y se sentaba en el lado vacío de mi cama, mirándome. El lado que solía estar adjudicado a su mejor amigo.

— He escuchado como Hugo y tú discutíais por una maquetación en el estudio... — Farfulló y no me hizo falta verlo para saber que estaba poniendo cara de circunstancia —. Pero no he querido meterme para no empeorar la historia de la cosa.

No me extrañaba, últimamente no nos veían hacer otra cosa.

— Mejor, así te ahorras comerte algún moco. — La pobre Aitana no había tenido tanta suerte.

Come Back And TryWhere stories live. Discover now