CAPÍTULO 23

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POV Natalia

El ritmo de sus pulsaciones contra la base de mi lengua marcaba el mío para seguir recreándome en su cuello, resiguiendo el sendero de sus lunares, recorriendo su mandíbula con la yema de mis dedos. Cuando se embalaba demasiado, mi movimiento se detenía y sus gruñidos de protesta aparecían, provocando que clavase mis dientes en su piel como respuesta.

Era muy impaciente y, contra más prisa me metiese, más lento iba a ir.

Esto era solo sexo e iba ser una noche, para acabar con las ganas, para saciar la sed insufrible que estaba estrangulándonos y no nos dejaba razonar. Que no me dejaba razonar. Pero si pensaba que iba a ir tan rápido como para quitármelo de encima en un parpadeo, sin disfrutar de cada gota de su sabor, lo llevaba claro.

Iba a volverla totalmente loca, iba a torturarla tanto como ella lo estaba haciendo conmigo, iba hacer que se quedase afónica de tanto gemir porque su voz ronca me ponía a mil.

Ochocientos mil y sumando.

— ¡Nat! 

Su muslo apretó mi centro y sus puños se aferraron a mi pelo, tirando de él hasta que el oro de sus ojos volvió a colisionar contra los míos. Abrasaban tantísimo como la opresión palpitante que tenía entre las piernas.

— Alba. — Comenté como si la cosa no fuese conmigo.

Estar apoyada sobre un codo me daba la ventaja de tener una mano libre para hacer lo que quisiera, así que sonreí abiertamente al observar cómo dejaba caer la mandíbula ante los rodeos de mi índice por su pezón, deleitándome con el placer arrollador que derrochaba su expresión.

El honor de saber que yo era la causante me excitaba. Muchísimo.

— Joder, Natalia... — Empujó mi nuca hasta pegar mi frente a la suya —. Me matas.

Sus mejillas enrojecidas eran una señal más de lo cerca del borde que estaba, ponía la mano en el fuego por que podía hacer que se corriese así. Y ahora todo lo que quería era ver cómo lo hacía.

Así, y de muchas otras formas más.

Bajé dejando pequeños besos alrededor de su boca, presionando sus caderas contra la cama para frenar el balanceo con el que buscaba crear fricción. La tela de mi tanga estaba demasiado empapada como para dejarla continuar. Primero ella.

— Nat, por favor.

Ahuecó mis mejillas cuando anticipó que iba a retirarme y la recompensé chupando la fina sedosidad de sus labios. Entreteniéndome primero con el inferior, antes de ir al superior, para luego responder a las caricias húmedas de su lengua. Con toda la calma, explorándola y no dejando de estimularla en ningún momento.

Besaba bien. Besaba jodidamente bien. Pero esto hacía que nos perdiéramos en el limbo y así no íbamos a tener tiempo suficiente.

— No lo contengas, gatita. — Le pedí sin llegar a separarme.

Se sentía tan bien llamarla así, se sentía tan bien la sensación burbujeante que me recorría entera cada vez que le hacía suspirar.

— Háblame, Nat. — Rogó buscando el contacto visual —. Quiero escucharte mientras me corro.

Que fuese tan directa era un dolor de ovarios descomunal, pero que sonase tan diferente a como lo hacía en mi cabeza era bálsamo continuo.

— ¿Te pone calentita que te hable sucio, Albi? 

Sollozó cuando pellizqué su pezón y yo respondí con otro cuando me mordió el labio, tirando de él hasta hacerlo rebotar. Causa y efecto.

— Muy calentita. — Enfatizó con el tono ronco.

Come Back And TryWhere stories live. Discover now