CAPÍTULO 20

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POV Natalia

Las teclas se hundían bajo la presión de mis dedos. Cada vez más rápido, cada vez más intenso, vaciando en cada nota el entresijo de tormentas que sacudían mi interior.

La música amansaba a las fieras. Las armonías podían llegar a hacerte creer que todo estaba en el lugar adecuado, que todo estaba alineado y no existía nada más. Te teletransportaba hasta lugares maravillosos, plagados de matices y percepciones, plagados de significados ocultos. Y no siempre se necesitaba poner algo en palabras para dejarlo ir, porque no siempre habían suficientes para expresar lo que habitaba en lo más profundo de tu ser.

— Nuvole Bianche.

Vacilé unos segundos al escuchar a alguien irrumpir en mi esfera de aislamiento, pero conocía demasiado bien esa voz como para cortar la fluidez con la que se desplazaban mis manos por el piano. Llevaba toda mi vida escuchándola.

Sin necesidad de decirlo en alto, me arrastré por el banco y enseguida pude percibir su presencia ocupando el espacio. El aroma a perfume y after shave eran su marca habitual, una caricia para el alma, y aunque se mantuvo en silencio hasta casi el final, que sus manos se unieran a las mías para crear una segunda melodía nos hizo estirar aquella pieza tanto como pudimos. 

Él siempre había sido más de guitarras, pero aún así, amaba cuándo conectábamos de esa forma tan nuestra.

Toqué las dos últimas teclas antes de pasar mi brazo a su alrededor, presionando mis labios contra su hombro sin prisa pero sin pausa. Era el hombre más guapo del mundo y las canas le sentaban fenomenal, igual que las arruguitas, por mucho que él refunfuñara al respecto. 

— Eres igual que tu madre. — Comentó cuando empecé a peinarle las cejas.

Me miró de reojo y le dediqué una sonrisa cargada de cariño.

— ¿Cuál de ellas?

— Las dos. — Contestó con seguridad —. Por eso eres tan maravillosa e inigualable.

Suspiré antes de que se moviera para envolverme y besar mi sien como lo solía hacer siempre. Casa.

— Eso lo dices porque eres mi papi y me quieres. 

— Sí, pero eso no quita que sea un hombre muy orgulloso de su niñita. — Infló el pecho para representarlo —. Es más, ahora mismo tengo todas las esperanzas de la familia puestas en ti.

Reí dándole un suave manotazo en el estómago, porque sabía perfectamente que eso venía por la discusión que habían tenido mis hermanos durante la cena. 

Mi madre había invitado a sus respectivas parejas con toda la buena intención, pero entre que Hugo y yo estabamos con una resaca del copón, Marilia estaba de morros y ellos no tragaban al novio o novia del otro... El panorama de la mesa había sido un cuadro renacentista.

— Pero oye... Sin presión, eh. — Frotó mi espalda —. Que a veces me gustaría que te dejaras equivocarte un poquito más.

Solté una carcajada llena de ironía, porque eso ya era imposible.

— Pues menos mal que me equivoco poco, porque si no, íbamos apañaos. — Me burlé sin ganas.

— Cariño... 

Tiró de mi barbilla para que me fijara en sus ojos achocolatados y me dedicó una de esas miradas suyas llenas de calma y serenidad. A veces, muy a menudo, me gustaría haber heredado toda esa paz mental que él siempre derrochaba.  

— Un pequeño fallo lo tiene cualquiera. — Intentó consolarme —. No ha pasado nada, deja de fustigarte.

Balanceé la cabeza de un lado a otro y clavé mi atención en el piano blanco que les había regalado para su aniversario de bodas. Mis hermanos siempre habían querido tener uno que sonase mejor que mi vieja caja de hojalata.

Come Back And TryKde žijí příběhy. Začni objevovat