CAPÍTULO 29

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POV Alba

Metí la llave en la cerradura antes de empezar a girarla, tratando de ser lo más sigilosa posible para no poner en alerta a determinada vecina.

Si las cosas hubiesen salido bien, si me hubiesen dejado hacerlo como yo quería, el plan de venir a mi estudio antes de acabar la noche hubiese sido algo mucho más especial. Mucho más infinitamente especial.

Los nervios y la tensión se habrían estado acumulando en mi estómago con mayor intensidad, sí, tal vez, tenía tantos planes y había recreado tantos escenarios en mi cabeza que sería lo más lógico; pero probablemente no estaría medio rota y con el pelo hecho un completo nido de pájaros, ni habría estado arrastrando tres kilos de agua sobre unos zancos de doce centímetros que me tenían los talones molidos. Y no solo eso, sino que ahora estaba tan emocional y físicamente exhausta que apenas podía centrarme en lo que estaba haciendo.

La puñetera puerta siempre se trababa.

Puta puerta.

El escalofrío que me recorrió entera me hizo parar de forcejear. Estaba maldiciendo internamente en todos los idiomas - reales e inventados - que me pasaban por la cabeza, pero todo enmudeció en cuanto noté un torso empapado pegarse a mi costado. Un torso sólido y frío. Tan frío como los largos dedos que se deslizaron por mi muñeca, despertando un cosquilleo a su paso y uniéndose a los míos en el pomo.

Esto era lo más parecido a una interacción que habíamos tenido desde hacía un buen rato. Demasiado rato.

— Ahora. — Tiró hacia afuera por las dos.

Su tenue murmullo revoloteó a mi alrededor y no encontré apenas resistencia esta vez. El pestillo sonó al desbloquearse. Sin embargo, las ganas de moverme debían rondar el menos infinito, si es que no había un número más bajo.

Estábamos aquí.

Nos lo habían complicado muchísimo y por un horriblemente eterno momento lo creí imposible, pero estábamos aquí. Había aceptado venir hasta aquí.

<< Su cuerpo se tensó tan rápido que dudé si apartar de golpe la mano que tenía anclada a su trasero o tratar de ser lo más disimulada posible. La suya había subido mi muslo hasta dejarlo a la altura de su cadera y hacia unos segundos ni eso parecía bastante, pero estuve lo suficiente pendiente de ella durante toda la velada como para saber que no le convenía alzarme y cargar con ese peso en sus lumbares.

Al final de nuestra cita de ayer ya lo sospechaba, pero hoy tenía bastante claro que sus dolores recurrentes estaban más presentes de lo que le gustaría.

Mis dilemas se esfumaron al toparme con unas aureolas rojizas rodeadas de más rojo alrededor. Pupilas oscuras, profundas, dilatadas, encendidas por un fuego resplandeciente con el que me quemaría una y mil veces más. Infinitamente. Para siempre.

Era injusto lo preciosa e hipnótica que era hasta con los ojitos llorosos, el pelo pegado y la nariz colorada. Injustísimo.

Insultante, casi.

Extrañé enseguida la sedosidad de su boca, así como las caricias demandantes de su lengua o el ansia con el que ambas nos estábamos retroalmientando. Su carmín terroso se había emborronado con el mío y los restos del maquillaje se habían difuminado casi en su totalidad, debíamos parecer un par de despojos humanos tratando de fusionarse, pero el matiz de su mirada y que acariciara mi mejilla sin apenas llegar a rozarla hizo que todo eso no me pudiera importar menos.

Ya había empezado a fustigarse. Miedo me daba.

— Estoy bien. — Susurré solo para ella.

Come Back And TryWo Geschichten leben. Entdecke jetzt