CAPÍTULO 11

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POV Alba

Uno. Sus piernas kilométricas cruzadas entre sí sobre el sofá.

Dos. Sus largos dedos haciendo girar el lápiz que, de tanto en tanto, se llevaba distraída a la boca.

Tres. El pelo revuelto cayendo hasta poco más abajo de sus hombros, enmarcando sus facciones angulosas y con el flequillo abierto a cada lado de sus cejas, casi rozando el trazado de su característico eyeliner.

Cuatro. Los tatuajes y el septum. Se había vuelto a poner el plateado con forma picuda, y todavía no le había visto quieta tanto tiempo cómo para apreciar en directo las nuevas marcas de tinta sobre su piel.

Y cinco, y seis, y siete... Y Así, podía seguir enumerando eternamente cada ínfimo detalle que llevaba a mis ojos a buscarla, por mucho que me esforzara en resistirme.

Natalia era la belleza y la tentación hecha persona, incluso con esa sudadera ancha y unas mayas de ciclista que no deberían quedarle bien a nadie. Pero estaba claro que, llevase lo que llevase puesto, era capaz de arrebatar el aliento a cualquiera. Sin pretenderlo, sin poder evitarlo, sin tan siquiera ser consciente... Porque lo peor de todo, era que ni siquiera lo intentaba, ni siquiera lo notaba.

Se estiró hacia la mesa para alcanzar otro documento, manteniendo la espalda recta y sin perder el aire profesional en el que estaba sumergida. Me había olvidado de lo mucho que se abstraía del mundo cuando se concentraba en el trabajo y - sin duda - era una de las cosas en las que más se parecía a Eleanor. 

Una de las tantas.

Un seguido de silbidos estridentes rompieron con la paz del despacho, captando la atención de mis dos acompañantes y provocándome un síncope antes de que me apresurara a poner el teléfono en silencio. Quedamos tan temprano, que no había ni un alma rondando por la academia cuándo llegamos, pero el ruido de fondo iba en aumento y la gente parecía haberse despertado muy activa para ser viernes. 

Demasiado activa.

— Perdón. — Musité volviendo a dejarlo boca abajo.

— Ay, Albita. — Respondió nuestro acompañante en un tono burlón —. Que hoy tienes revolucionadas a tus novietas.

Clavé mis ojos en el castaño de los rizos, fusilándole con la mirada y ganándome una sonrisa jocosa por su parte. Por mucho cariño que le tuviese, si pudiera matarlo en ese instante, lo haría sin pestañear.

Sería capullo. Ni siquiera debería estar en esa reunión.

Cuando la morena me habló para acordar qué día vernos, no me esperaba que también lo hablase con Vicky y Sam. A la coordinadora académica le fue imposible ajustarse a los horarios, pero el coreógrafo principal no puso reparos en presentarse ahí a las seis de la mañana y yo me había tenido que tragar las ganas de echarle a patadas. Natalia se había esforzado demasiado en cuadrar nuestras agendas para juntar al equipo, así que mi intento por tener algún momento con ella había acabado por los suelos.

Frustrante.

— ¿Cómo tienes tú hoy a Hugito, Samuel?

El comentario hizo que el foco recayera sobre la del septum, pero parecía tan metida en lo que estaba leyendo, que por un momento creí habérmelo imaginado. Al menos, hasta que confirmé no ser la única.

— ¡Eh! — Chistó nuestro amigo —. Ese ha sido un golpe bajo, Nat.

— No me digas.

Bajo los papeles para posar su mirada felina en él. 

— Pensaba que estábamos jugando a incomodar al otro con cosas personales... — Le dio un tono lastimero cargado de ironía —. Culpa mía, Sammy.

Come Back And TryWhere stories live. Discover now