CAPÍTULO 14

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POV Alba

— Su obra es sublime, señorita Reche.

La voz ronca de mi acompañante hizo que le observara de reojo, viendo cómo seguía totalmente abstraído en el último expositor.

— La forma en la que fusiona las imágenes, con los dibujos y los poemas es... — Continuó sin salir del trance —. Extraordinaria.

La luz destelló en sus gafas de concha cuando sus ojos buscaron los míos.

— Toda usted es extraordinaria. — Completó de inmediato.

Desvié la mirada hacia la pared con una sonrisa. No solía aceptar cumplidos personales cuando eran gratuitos, mucho menos en ambiente de trabajo, pero aquel excéntrico hombre cincuentón lo tenía por costumbre y yo había lidiado con él - lo suficiente - como para saber que era mejor dejárselo pasar. 

— Muchas gracias, señor Kaufmann.

— No me las de. — Extendió las manos mientras retrocedía —. Las verdades deberían ser expuestas con tanta claridad como sus ideas.

Dio una vuelta completa sobre sus mocasines, repasando lo que le había enseñado de aquella sala.

— Tiene una forma de ver el mundo tan enternecedora como lacerante, señorita Reche. — Siguió con entusiasmo —. Es el mejor descubrimiento que he hecho en años.

Reí cuando volvió sobre sus pasos y se inclinó a modo de reverencia. Albert Kaufmann bien podría entrar en la lista de las personas más particulares con las que me había topado a lo largo de mi carrera, pero tenía suerte de que me hubiese puesto un cupo.

— ¿Ha pensado ya en lo que le propuse? 

La expectación en su tono hizo que soltara el aire de golpe, descruzando los brazos y entrecerrando los ojos en su dirección. Había insistido tanto al respecto y yo le había rechazado tantas veces, que esperaba el día en que se diese por vencido. 

— No voy irme a Alemania para trabajar en un museo, Albert. — Repetí por centésima vez —. Estoy muy satisfecha con lo que tengo aquí.

— Pero siempre hay que querer más, señorita Reche. — Utilizó su frase estrella —. Aspirar a más.

— Pero no quiero más. — Aseguré con la mano en el corazón.

La oportunidad que me ofrecía era muy generosa, cualquier artista que se preciase querría llegar a tener esa estabilidad y le estaba muy agradecida; pero a mí me gustaba trabajar por libre y, aunque siempre me quedarían las galerías que compartía con Lea, quería seguir siendo la dueña de mis propias creaciones. Sin tener que rendir cuentas a nadie y eligiendo yo misma todo lo relacionado con las exposiciones. 

¿Que ganaría unas cantidades desorbitadas de dinero y reconocimiento? Sí, tal vez. ¿Que eso no me aportaría nada personalmente? Sin duda alguna.

— ¿Qué es lo que tanto la retiene, Alba Reche? — Curioseó meditándolo en alto.

Mi teléfono empezó a sonar en el bolsillo trasero de mi pantalón, dándome la excusa perfecta para no tener que contestarle, pero aún así lo hice tras ponerlo en silencio. 

Solo había accedido a hacerle un pequeño tour informal porque llevaba semanas queriendo concertarlo, pero me parecía una falta de respeto ponerme a hablar con alguien en plena visita y me anoté que llamaría a Marina después.

— Todo. — Resumí con sinceridad —. Mi familia, mis amigos, mi novia...

La coartada de la novia era la mejor para evitar coqueteos innecesarios y, aunque no iba a tener ningún problema con él en ese aspecto, ya prácticamente me salía solo.

Come Back And TryWhere stories live. Discover now