CAPÍTULO 36

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POV Natalia

— You are my... — Me acerqué lentamente.

— Sunshine. — Su sonrisita se expandió.

— My only...

— Sun-shine. — Entonó.

— And you make me...

— Ha-¡ppy!

Sus carcajadas estallaron incluso antes de que me hundiera en su cuello, acto que acompañé sujetándola por los bracitos para que no se cayera y fingiendo entre gruñidos que la estaba devorando. Enterita. Lo rápido que me latía el corazón al escuchar su risa histérica era de otro mundo, lo más bonito de toda mi existencia.

— ¡Mami! — Se encogió retorciéndose.

¿Había algo que pudiese sonar mejor?

Lo dudaba.

— Para, mami, ¡para!

— Para, Mami... Para... — Me jacté exagerando los gallos que había soltado.

Bajó de mi regazo para escurrirse por mis piernas y no la solté hasta que plantó el culete en mis pies, imitando su ceño fruncido e inflando las mejillas para ponerle la misma cara de enfadadita que me estaba dedicando; cara que se le desmoronó en un segundo en cuanto me puse bizca y agrandé las aletas de mi nariz a consciencia.

Las mejillas no las podía tener más coloradas. Me la iba a zampar a besos un día de estos, delante de todos, para que le diese más vergüenza.

— Qué fea... — Rió resguardándose en el hueco de mis rodillas.

— Lo sé. — Aclamé orgullosa —. Es un don.

— ¡No!

— ¡Nah! — Saqué la lengua.

— Eres guapi, ¡guapísima! — Se abrazó a mis piernas, asomándose entre la tela oscura de mis viejos pantalones acampanados —. Y te amo mucho muchito.

Bueno... Eso sí que era un cumplido y los demás eran tonterías.

— Pues yo te amo mucho muchito más. — Le devolví —. Y eres mucho más guapi guapísima.

— ¡Nop!

— ¡Sip! — Pompeé el final igual que ella.

— Pues vale. — Estiró tanto como pudo el pescuezo.

— Pues ok.

Me contagié de su risa encantadora enseguida, adentrando mis dedos por su semi recogido para recolocar las ondas que se habían escapado de su lacito. Lavanda, a juego con la bomber que llevaba remetida por los shorts y con los cordones que ya no me dejaba atarle. Se me estaba haciendo enorme por momentos. Y también la había peinado para absolutamente nada, ni diez minutos le estaba durando.

— ¿Crees que Andrés se molestará por que lleve mis Converse prefes?

La preocupación tácita en su pregunta me resultó alarmante.

— ¿Por qué se iba a molestar, principesa? — Sujeté su barbillita.

— Bueno...

Buscó con su mirada la prenda en cuestión y yo no pude verlas porque me quedaban por debajo de la butaca, pero tampoco me hizo falta, habíamos decorado juntas esos retazos de lona blanca y sabía perfectamente cómo eran: visualmente desastrosas. Nuestro visualmente desastroso.

— Es que él es un poco así y... — Movió los morritos de un lado al otro —. La última vez se enfadó porque no estoy bautizada, ¿recuerdas?

Come Back And TryWhere stories live. Discover now