CAPÍTULO 40

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POV Natalia

Malas noticias, tasas altas de criminalidad, más malas noticias, aguas contaminadas, más noticias que no gustaban a nadie, incendios forestales, animales en peligro de extinción... En fin, el mundo se estaba yendo a la puta por nuestra culpa.

Suspiré, acercándome la tostada con aguacate a la boca para dar un pequeño mordisco y dejarla de nuevo en el plato, deslizando los dedos por la pantalla de la tablet y entrando directa a la aplicación más entretenida e interesante que debía existir. Había escrito un par de tweets y había hecho capturas para subirlos a mis stories de Instagram, avisando de que estaba sin teléfono e iba a estar un poco incomunicada estos días, pero me apetecía entre cero y nada entrar a ver qué se estaba cociendo por allí dentro. Con suerte había revisado el e-mail para contestar los cuatro correos más importantes, Lou había respondido al mensaje que le enviamos de la maqueta con Damion y me percaté de que Paul y Hugo ya le estaban informando sobre los detalles de la colaboración.

O el rubio había arrastrado al de las greñas para salir a correr en su rutina matutina, obligándole a la fuerza a salir de la cama, o no habían pegado ojo en toda la noche.

Ay, Paul...

Nombres que nunca ignoraba eran los de Noelia y Brent. La primera informándome de las buenas noticias que Lidia ya me había comunicado, oficializándolo, y el segundo pasándome un parte completo de los objetivos en los que él y mi equipo de seguridad estaban enfocados. Les di las gracias a ambos, encarecidamente, tras echar un vistazo por encima a los documentos y guardándomelos para repasarlos más tarde con detenimiento. Puede que me planteara - por un momento - pedirles que curiosearan sobre cierto rarito alemán, solo porque no había mucha información personal suya por Internet y porque me había dejado un poco mosca en nuestro último encuentro, pero luego recordé que ya los estaba sobre saturando de trabajo y que tampoco era algo tan importante. Lea ya lo debía tener más que calado.

Demasiado, para mi gusto.

De todo eso hacía ya un buen rato. Ahora estaba sentada en la isleta de la cocina, con un auricular puesto y aquel aparato inclinado en su soporte, así que no solo escuché cómo se abría la puerta doble que separaba la estancia del comedor, si no que pude ver a una muñequita de metro sesenta y poco apareciendo tras ella con los ojos medio cerrados.

Tenía pintas de loca. Los rizos que caían a ambos lados de su cara se habían convertido en un auténtico nido de pájaros, alborotados por todas partes, pero seguía siendo más guapísima que ocho guapísimas.

Una sonrisa genuina dominó mi expresión cuando se aferró a mi espalda como una garrapatilla, gruñendo algo ininteligible en mi cuello y escondiendo ahí la nariz para aspirar profundamente. Su aliento me hacía cosquillas, el moño que recogía mi melena le dejaba la zona despejada, las aperturas de mi camiseta le facilitaron el acceso y sus brazos me rodearon por completo por la parte baja de las costillas, estrujándome con fuerza y alterándome con la multitud de besitos que dejó en cada recachito de piel a su alcance. Con lo tranquilita que estaba yo aquí, solita, tomándome mi desayuno.

— Buenos días, gatita. — Utilicé la mano que no tenía pringosa para acariciar sus antebrazos.

— Humff... — Farfulló.

— ¿Jumf?

— No estabas...

El quejidito se me clavó en el pecho, por lo que me ladeé para buscar sus labios y aceptó gustosa que se los humedeciera poquito a poquito entre los míos, suave, apenas recorriéndolos con la punta de mi lengua y dirigiendo su mentón con calma con el soporte de mis dedos. Piel de gallina, sensaciones oleantes, el sabor de mi zumo de naranja y el aguacate condimentado mezclándose con su calidez.

Come Back And TryWhere stories live. Discover now