CAPÍTULO 13

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POV Alba

Cerré la puerta lentamente, apretando los ojos con fuerza y rezando para que la madera no crujiese cuando comencé a avanzar por el espacioso pasillo.

Hacía un buen rato que el escándalo de la lluvia había aminorado y dormir en una habitación en la que todo olía a ella, incluso la ropa que llevaba puesta, era absolutamente imposible. Necesitaba salir a por un poco de aire, necesitaba dejar de recrearla en cada puñetero rincón, porque me iba a dar algo. 

La luz encendida de la cocina desvió mi rumbo hacia allí, notando un aroma dulzón y afrutado envolverme cada vez con más fuerza. De espaldas a la entrada, con una coleta baja y un jersey gigantesco cayendo por su hombro, las piernas infinitas de Natalia volvieron a captar mi atención. Como lo hicieron a mi llegada.

Había tenido que contener el aliento al ver la lycra alrededor de sus nalgas y el contorno de sus pechos cada vez que la miraba desde abajo; pero darme cuenta de cómo se le marcaban las costillas y la columna, a pesar del tejido musculoso que la recubría, le quitó bastante morbo a la situación.

No estaba delgada, estaba delgadísima.

Darle vueltas a lo que la tenía así, sabiendo ya una pequeña pincelada, tampoco era de gran ayuda para conseguir dormir.

— ¿Quieres?

No dejó de hacer lo que estaba haciendo, ni llegó a girarse al decir eso, pero enseguida que retiré mi atención de la mariposa de su gemelo, me di cuenta de que ella había podido verme a través del reflejo de la ventana. Era rápida.

— No sabía que ahora te gustaba el té. — Comenté aún junto a la puerta.

— No lo hace. 

La mueca de asco que puso me recordó a la vez que le di a probar un poco de té negro en una cafetería de Cancún, pero acabó escupiéndolo todo en la primera planta que pilló y yo jartándome mientras ella se disculpaba. Conmigo, con la planta y con el propio té.

Aún tenía ese vídeo guardado en el disco duro de mi portátil. Entre otros mil.

— Pero las infusiones de Rooibos están bien. — Repuso sacándome de mi ensoñación.

— Ese es el que no lleva teína, ¿no? — Dudé por un instante.

Hizo un murmullo como confirmación y descrucé los brazos mientras rodeaba la isleta. Estaba concentrada llenando a ojo su filtro, pero se detuvo para sacar otro bote de la alacena y me observó a modo de interrogante.

Me moría.

— Hay leche de almendras en la nevera. — Aportó como dato.

Dejé de mirar el recipiente de English Breakfast ecológico para volver a sus ojos pardos, sujetándome con fuerza a la encimera para resistir las ganas de comérmela a besos. Sabía que Lea también se había viciado y que ella sería el motivo por el que lo tenían en la despensa, pero que se acordase de que era mi preferido me pareció un detalle precioso. 

Como ella.

Asentí sin planteármelo mucho más y enseguida lo desprecintó para rellenar otro filtro que sacó del paquete, entrecerrando los ojos como si así pudiera medir la cantidad exacta.

Ay, Natalia...

Me solté el labio en cuanto me di cuenta de que me había quedado embobada con su perfil y me retiré hacia la nevera a por la leche, sacando dos tazas medianas del armario por el camino. Pasaba bastante tiempo por aquí discutiendo con su madre como para saber dónde guardaba las cosas, así que tampoco necesité preguntar en qué cajón estaban las cucharas cuando saqué una para cada una.

Come Back And TryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora