CAPÍTULO 39

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POV Alba

— No, Marta, ¡no!

El chillido coral no sirvió de mucho. El tapón de la botella ya estaba saliendo disparado y todas sabíamos lo que venía a continuación, así que no dudé ni un segundo en acatar el tirón que recibí en la nuca, resguardándome en el pecho de mi compañera de butaca mientras ella nos cubría por completo con la manta. La enorme manta de chenilla, suave y clara, en la que ya llevábamos un buen ratito envueltas.

— ¡Marta Sango! — María comenzó la ronda de reclamos —. ¡Tu puto padre en tanga, colega!

— ¡Tía! — Se sumó Afri —. Que con nadar en cava no me refería a esto.

— Marta... Eres gilipollas.

La risita aireada que rebotó en mi cuello me desconectó de las disculpas y justificaciones de la lianta, haciendo que aprovechara el revuelo para ceñir mis labios a su piel cálida y para disfrutar de sus dedos revolviendo los pelitos incipientes de mi nuca. Me encantaba que hiciese eso.

— ¿Estás bien? — Cuestionó bajito.

Oix.

— Sí, mi amor. — Colé la mano por el lateral de su camiseta.

— Ximimi. — Se medio quejó en un tono burlón.

Le hizo hueco a mi brazo para que lo instalara entre su estómago y sus piernas flexionadas, dándome un beso fugaz en la frente antes de asomarse tras lo que nos había servido de pantalla. La espuma saliendo a presión no había llegado hasta aquí, no nos habíamos mojado, no de alcohol, así que apenas nos destapó.

Las que no tuvieron la misma suerte fueron las chicas.

— Es que me cago en tu estampa, Marta Sánchez. — La de pelo rosa se estaba secando la cara con la manga del jersey.

— Yo digo que no tiremos las patatas, que empapadas en champán también tienen que estar buenas.

— ¡África, por favor! — Le regañó la más mayor, quitándole el cuenco de las manos —. A ver quién limpia esto ahora, cacho cerdas, que yo no me pienso levantar a las seis pa' fregar. — Señaló a la causante y luego al estropicio —. ¡Tú! A pringar.

— Que ha sido sin querer, jo, que no me acordaba de que esta botella la habíamos batido bailando.

Es que a quién se le ocurría.

Tardamos la vida entera en ponernos a comer, tanto que las pizzas ya estaban frías cuando resolvieron el tema de las reparticiones. A la malagueña se le olvidó pedirse una propia al agregar la mía a la lista y, tanto Natalia como yo, nos ofrecimos enseguida a ceder la porción que quedase colgada para que cuadrasen sus cuentas, pero la opción vegana y sin lactosa no les llamaba especialmente la atención y la única que quiso compartir conmigo fue la misma a la que no le importaba comer menos.

A las maestras de la calculadora y los números no les gustó esa idea tan poco "justa y equitativa", ni la de llamar para pedir otra y acabar con la discordia, por lo que me tomé la libertad de llevarme a la anfitriona de la manita para sentarnos alrededor de la mesa de centro y empezar a alimentarnos de la que el resto no quería; que yo no era de deglución rápida, precisamente.

No estuvimos solas ni dos minutos. Más pronto de lo que creíamos se nos unieron con una solución clave e innovadora, según ellas: partir a cachitos los trozos que sobrasen. Las veía capaces de medirlos, si hacía falta, dispuestas estaban, pero tampoco les sirvió de mucho, porque Natalia y yo nos llenamos antes de la cuenta y su plan se fue al garete. Eso sí, el rato de carcajadas compartido entre cervezas y las burlas por lo en serio que se tomaron el asunto no nos lo quitaba nadie. Ni a mí me quitaban todos los primeros planos que había conseguido de mi morena favorita con la excusa de habernos sentado de lado.

Come Back And Tryحيث تعيش القصص. اكتشف الآن