CAPÍTULO 24

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POV Alba

Puede que solo hubiesen sido unos segundos, un par de minutos como mucho, pero se sintieron como años. Eternos, duros y tortuosos años.

Ver cómo caía sin fuerzas, completamente pálida e inconsciente, fue peor que vivir una pesadilla a todo volumen. Se me paró el corazón, el aire no era capaz de pasarme más allá de la garganta y actué por pura inercia hasta que comprobé que su respiración seguía ahí. Apenas perceptible, superficial, igual que su latido.

Me sentí morir de mil formas diferentes. Se me iba.

Y yo con ella.

Nunca había estado a favor de la violencia, no me gustaba en absoluto. Aún así, a punto estuve de pegarle un guantazo cuando insinuó que podíamos seguir con lo que estábamos haciendo, como si no me hubiesen dado un par de infartos, como si no fuese más que un cuerpo con el que vaciarme, como si solo me sirviese de juguete para follar. Que quisiera irse inmediatamente después a que rechazara su propuesta lo hizo más evidente.

Me dolió.

Y probablemente a ella también.

La punta de mis dedos repasó una a una sus vértebras, como lo estuve haciendo hasta que por fin se quedó dormida. Boca abajo, con los brazos recogidos y su piel morena oculta tras las sábanas.

No dejé de observarla hasta que estuve cien por cien segura de que el agotamiento le había podido. Sus ojos pardos se resistieron todo lo posible a abandonar los míos, incluso cuando me acerqué a su costado para apartarle el pelo de la cara, pero se mantuvo en silencio en todo momento y acabé bajando las caricias por su espalda con mucha suavidad. Nada sexual. Solo un contacto con el conseguí que se relajara.

Conocía demasiado bien su botón de apagado y, con la luz de la mañana y acurrucada en mi pecho, estaba aún más entrañable.

Su mejilla descansaba en mi hombro y mis brazos rodeaban su cuerpo, amoldándonos tan bien que el espacio entre las dos era inexistente. Nuestras piernas se entremezclaban, su mano descansaba en mis costillas y la mía trazaba con calma el contorno de sus tatuajes. Pese lo larga que era, parecía tan en paz y tan chiquitita, tan desprotegida, que me alegraba de haberme escapado unos minutos antes de venirme a descansar con ella.

No era propensa a fallar en mis citas profesionales, muy grave tenía que ser la situación para que yo cancelase algo, pero necesitaba tantísimo que estuviésemos así - sin alarmas, ni prisas - que hasta me encargé de escribir a Hugo con la intención de que se ocupara de su agenda. Era la primera vez que le hablaba directamente, si no teníamos en cuenta el grupo en el que estábamos todos metidos, pero el jet lag actuaría fuerte sobre los recién llegados y tampoco quería ocasionar problemas con los compromisos de la morena. La última vez ya fue un poco caótico para ella.

Suponía que habría visto los mensajes, ni siquiera me había molestado en mirar la hora aún.

Pegar mis labios a su frente hizo que se escondiera más en mi cuello, ronroneando bajito y estrechando su agarre. Los ataques de ternura que me provocaba no eran ligeros, precisamente. Nada de lo que ella me provocaba lo era.

El sentimiento de culpabilidad era el que le hizo quedarse, por haberme asustado, era plenamente consciente de eso; pero los motivos me importaban entre poco y nada con tal de cerciorarme de que no iba a seguir presionando la maquinaria. Tenía pensado hacer guardia, al menos, hasta que a mí también me pudo el sueño.

Se sentía tan bien estar a su lado, que todo se volvía mucho más fácil.

Ni siquiera había querido ducharme para despenderme del aroma de su piel, algo que con otras personas era una necesidad vital y urgente. Tampoco quise dejarla sola por más de lo que duró un viaje al baño para vaciar la vejiga, tiempo que aproveché para recoger la ropa que había dejado tirada y enviar los mensajes convenientes. Pero es que en ese instante solo pensaba en quedarme en aquella cama para siempre, con ella.

Come Back And TryWhere stories live. Discover now