CAPÍTULO 41

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POV Alba

— ¡Y disblviaste nah vible hi mibliar!

Asentí ante el nuevo balbuceo de la castaña, acercándole otra caja de pañuelos y esperando a que se sonase los mocos con el que ya no daba más de sí. La colección que estábamos amontonando en el cubo de la basura no era pequeña.

— Cielo... — Traté de sacarle el pelo de los ojos.

— Yo esgqii le diero, esgloi enamibliada, ¡me via nublir!

Dejé la mano en el aire, viendo cómo volvía a tirarse de costado en el sofá y continuaba hipando entre sollozos. Igual era mejor que no la tocase.

— ¡Mo diero seblir giviendo!

Bueno...

— ¿¡Pero en qué idioma habla!? — Mi acompañante demandó en un golpe de voz.

Mucho rato llevaba ya callada.

— Afri... — La regañé para que tuviese un poco de consideración.

— Si yo le estoy poniendo empeño, cariño, de verdad... — Se defendió —. Pero solo la oigo berrear como un pollo loco.

Ala.

— ¡Me ga lligado piyoyo! — Lloró más fuerte la del drama.

Me cagaba en su estampa.

Le lancé el cojín más cercano que encontré, apuntándole a la cabeza y amenazando con sacarme la zapatilla cuando se alegró de pillarlo en el aire. No era que yo tampoco me estuviese enterando mucho, pero eso era todo lo contrario a ser delicada.

— ¡No! Tía, tía... — Levantó su palma en busca de una tregua —. Las uñas, que son nuevas.

Se la tiré igual, a las piernas. Me tenía contenta hoy.

La única rubia natural de la casa volvió a aparecer por las escaleras, ganándose un recibimiento demasiado ansioso por la que llevaba un buen rato con una bolsa de hielo en la frente y trayendo consigo a cierta gata gris que se escabulló hasta mis piernas. Mi pobre. Le estábamos jodiendo su hora de la siesta.

— Ahí la tienes... Sigue agonizando como si se le hubiesen arrancado las pestañas, no ha hecho mucho más.

— ¡África! — Agrandé los ojos en su dirección.

Como si ella hubiese hecho algo más que estar ahí tirada. Cara dura.

— Que no me grites, que tengo resaca. — Lloriqueó recostándose en el respaldo de su sillón.

— Pues te jodes.

Se lo merecía, por metiche interrumpidora. Si es que existía esa palabra.

El llanto de la afectada se acentuó por vete-a-saber-qué y captó de nuevo la atención de las tres, haciendo que su mejor amiga suspirase, que la que se pasó de copas se tapara los ojos con el trapo y que a mí me atacase la pena. Nos habíamos encontrado con la estampa al llegar a casa y días atrás habría querido matar a Zip y Zape, pero eso no significaba que me importase menos ver el estado deplorable en el que estaba la más pequeña.

— Cariño, eh... — Traté de no aplastar a Queen al inclinarme para acariciar su rodilla —. ¿Seguro que no quieres subir a dormir un poco?

Estando con la regla, sensible y deprimida, era el mejor remedio.

— Moh.

Pues nada. Aquí nos quedábamos. Ella en el sofá y yo sentada en la alfombra, con mi bolita de pelo haciéndose una rosquilla en mi regazo.

Come Back And TryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora