CAPÍTULO 38

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POV Natalia

Citarme con una newyorkina, cuyo conocimiento del español se limitaba a todos los insultos habidos y por haber, y juntarla con una griega religiosa, que a duras penas lograba entender dos frases en inglés, no había sido un movimiento muy avispado por mi parte.

A tan solo media hora de nuestro encuentro yo ya estaba a punto de irme a la cocina para arrancarme el cerebro y meterlo en una trituradora a máxima potencia. Traducir simultáneamente y tratar de incluirlas a ambas en la conversión era un quebradero de cabeza mayor que los puzles de mil piezas que a Marilia tanto le relajaban, no encontraba las palabras en el otro idioma lo suficientemente rápido como para tener una charla fluida, ni la excesiva expresividad de mi abogada lo arreglaba demasiado; así que acabé obligándolas a descargarse una aplicación en el móvil que les fuese traduciendo los parlamentos de la otra, porque, a ese paso, la jaqueca que me iba a dar después iba a estar al nivel de pillar un atasco a hora punta en pleno Times Square.

Benditos auriculares y bendita tecnología.

El alivio que me invadió al ver a la del pelo rojizo bien y entera, sin ningún tipo de marca o indicio que pudiese considerar sospechoso, me hizo darle un abrazo intenso que la pilló desprevenida. Nunca habíamos sido tan cercanas al saludarnos, pero se creó un código al instante entre nosotras y fue gratamente acogido por nuestra acompañante, a la que había puesto al corriente minutos antes de llegar al bar.

Si le hubiese mandado esos audios que tenía pensado mandarle al meterme en la cama, para ponerle en preaviso de lo sucedido y que empezara a calibrar las posibles consecuencias, quizás no me habría dedicado esos ocho gritos con los que se cagó en todos mis muertos presentes y futuros. O quizás sí, ella era así impetuosa cuando te tenía confianza. Pero es que Hugo prácticamente tuvo que arrastrarme al baño para que me animara a ducharme y el rumor del agua de fondo, cuando cambiamos los turnos, fue decisivo para que acabase de caer completamente rendida en la cama. Ni me quejé cuando me empujó para hacerse sitio, ni lo hice cuando Marilia apareció por mi viejo cuarto para ocupar un hueco entre los dos. Llevábamos durmiendo así mucho tiempo y ninguno tenía muchas ganas de quedarse a solas después del berrinche.

Yo, la primera.

Eso sí que nos lo podía conceder, lo que de verdad necesitábamos, los tres. Lo confirmé cuando la más pequeña amaneció subida al pecho del grandullón y los sobresaltos nocturnos no nos atacaron a ninguno. Dormimos del tirón. Sin pesadillas. Aunque el último pensamiento lúcido que cruzó por mi mente - individual y silencioso -, perteneció a una mirada dorada y unos labios dulces que insistían en colarse una y otra vez dentro de mí.

Que nunca habían salido, por mucho que lo hubiese intentado.

Despertarme y ver que había contestado a mis mensajes, confirmando que se había quedado dormida y deseándome un buen día con una foto de su hermana y Queen sobando, puede que también hubiese cooperado un poquito a hacer más liviana mi mañana de reuniones y estrés. Me alegraba muchísimo de que se hubiesen reconciliado.

— Mañana tengo una cita con el notario para firmar los papeles de la custodia.

Me atraganté con el capuchino. Tenían que dejar la manía de hablarme sobre cosas trascendentales mientras tenía líquidos en la boca. Me iban a matar.

— ¿Qué? — Disimulé la tos con toda la elegancia que pude.

— Sí, no lo he dicho delante de tu abogada, porque me ha intimidado un poco, pero... — Rebajó la velocidad de sus pasos para adaptarse a los míos —. ¿Todas las personas que hay en tu vida son tan rimbombantes?

Sus ojos buscaron los míos tras las gafas de sol que le había prestado y yo vacilé por un momento, controlando el síncope interno que estaba sufriendo para poder centrarme en lo que me estaba planteando.

Come Back And TryWhere stories live. Discover now