CAPÍTULO 1

54.6K 970 2.8K
                                    

POV Natalia

LA, California (USA)

Focalicé mi total y absoluta atención en mantener el pulso, en evitar cualquier mínimo temblor que pudiese perturbar mi precisión. Si vacilaba ahora, si me acobardaba en el último momento, todo el esfuerzo habría sido para nada. Todas las horas dedicadas serían en vano. 

Podía hacerlo. Estaba lista. Me había preparado mentalmente para ello.

Pasé la punta afilada por la superficie, dejando un surco rojizo con el trazo. Iba bien, iba en camino de crear algo decente, pero escucharme a mí misma cantar a todo volumen hizo que casi sufriera un síncope.

¡Mierda! Puta mierda.

Levanté la mirada para fijarme en la entrada del salón, por dónde apareció el causante del alboroto con un estrecho body de tirantes y unos altos tacones de aguja. Todo negro, todo brillante, todo de mi vestidor.

— Mcha, mcha, mcha. — Sacudió sus rizos dorados mientras saltaba —. Mcha, mcha, mcha.

La risa que emitió por encima de la grabación parecía sacada del mismo inframundo, pero la que hizo la rubia que lo seguía con el mismo outfit no fue del todo diferente.

Me rendía.

Tiré el palillo sobre la encimera, viendo cómo impactaba con el colorante alimentario e importándome muy poco ensuciar más el mármol. En realidad, sí me importaba, y mucho, pero ahora mismo solo pensaba en contar desde el ocho para salvaguardar mi paz interior. 

— ¿Se puede saber qué leches estáis haciendo? — Demandé sin llegar al cero.

La atención de los dos pasó a estar sobre mí, pero no pude determinar cuál puso una de esas sonrisas brillantes y compradoras antes. Lo bien que se sabían la estrategia era preocupante.

— Marilia a la ducha, ya. — Exigí mirando a la aludida.

— Pero Nat...

— Ni peros, ni peras. — La corté levantando mi dedo índice —. A la ducha o no vas a la fiesta de pijamas.

— Eso es chantaje. — Señaló cruzándose de brazos.

Bufé entrecerrando los ojos y ella hizo lo mismo. Pequeña sabionda contestona.

— Marilia, por favor.

No se lo pensaba repetir más veces y ella era plenamente consciente de eso, así que se dio media vuelta sin atreverse a ponerme más pegas.

Buena elección.

Mis ojos se clavaron directamente en los verdosos de su acompañante, que de inmediato adoptó una postura defensiva mientras hacía su mayor esfuerzo por ponerse serio. Era como tener dos niños en casa.

— ¡Una Natalia salvaje apareció!

Arqueé mi ceja y balanceé la cabeza de un lado a otro. Estaba demasiado estresada y agobiada como para seguirle la broma.

— Morena... — Se quejó apagando la música con el mando.

Me quedé quieta viendo como cruzaba el salón para llegar hasta la isleta de la cocina. Definitivamente tenía mucha más soltura que yo andando en tacones de doce centímetros, pero sospechaba que su exceso de práctica tenía mucho que ver. 

— ¿Qué te pasa?

Se agachó para poder abrazarme desde atrás, y yo me apoyé en su pecho mientras sus labios se pegaban a mi sien. Estaba sudado y olía a sobaco, pero aún así, notar sus dedos trazando la piel descubierta de mi estómago me resultaba relajante.

Come Back And TryWhere stories live. Discover now