Capítulo. 111

1.5K 177 222
                                    

Nos enfermamos.

Shrek le había sacado unas buenas risas a Sebastian a pesar de llevar poco tiempo reproduciéndose. Los novios veían  la versión en español latino de la película y cuando Stan no entendía algo, con mucha paciencia la ojiverde se lo explicaba, haciéndolo reír casi como un loco. Poco a poco la fiebre se le fue bajando y la congestión dejó de estar presente.

Justo en la televisión se proyectó la escena dónde el Hombre de Jengibre era ahogado en leche por el Verdugo de Lord Farquaad y sin poder evitarlo, Amelía repitió en voz alta el diálogo de la escena.

—¡Suficiente! Ahora hablará. — Fingiendo una voz gruesa, Lía hablaba. Se echó a reír cuando la mesa de tortura fue bajada hasta quedar a la altura de Farquaad. —Corre, corre, corre que nadie te pueda alcanzar. No me podrás atrapar, ¡soy el Hombre de Jengibre!— Cantó, y luego hizo una voz chillona. —¡Eres un monstruo!—

Sebastian la veía con atención, admiraba su belleza como movía los labios con cada palabra de la escena y ni hablar de sus caras cuando imitaba. Estaba tan enamorado de ella y de su voz en español. ¿Cómo había aguantado cincuenta días sin verla? Se preguntó.

Amelía continuó actuando la escena tranquilamente, sin notar que un ojiazul la veía con cara de bonito estúpido enamorado. —El único monstruo aquí eres tú. Tú y esos personajes de cientos de hadas que arruinan mi mundo perfecto. Ahora dime, ¿Dónde están los otros?— Nunca en su vida se había aprendido algo también y se impresionó cuando estuvo conciente de que ese diálogo estaba impreso en su cabeza. —¡Cerdo!— 

El rumano rió un poco al escucharla cambiar el tono de la voz una vez más, no observaba la pantalla que mostraba la escena sino a ella, que describía con sus caras lo que sucedía mejor que la misma película, aunque no entendiera nada porque estaba en otro idioma.

—He tratado de ser pacientes con ustedes pero, ¡mi paciencia ha llegado a su límite! Dile o te arrancaré... ¡No, los botones no! No mis botones de... Gomita. Entonces dime, ¿Quién los oculta?— La ojiverde se acomodó en la cama emocionada por el siguiente diálogo. —De acuerdo, te lo cuento, ¿Tú conoces a Pin Pon?— Enronqueció la voz.—¿A Pin Pon?— Y nuevamente la hizo más aguda. —Si, Pin Pon— Continuó alternando los tonos de voz según el personaje. —Si, es un muñeco muy guapo y de cartón. Si, que se lava su carita con agua y con jabón. ¡¿Con agua y con jabón?! ¡Si se lava la carita! Se lava la carita con agua y con jabón.—

La chica de Boston no pudo evitar reírse otra vez, amaba tanto la película que así la viera mil veces, jamás se aburriría. Notó por fin que unos ojos azulinos la observaban desde hace rato y carraspeó antes de hablar.

—¿Que?— Preguntó con un ligero sonrojo en las mejillas.

Sebastian sonrió encantadoramente, cómo sabía hacerlo y suspiró. —Eres increíble, ¿sabías?—

—M-mm... Gr-gracia-as.— Balbuceó un poco ya que la mirada del rumano la puso nerviosa.

—¿Por qué te gusta tanto esa película?— Preguntó Sebastian, acercándose con cautela a ella para abrazarla.

Amelía recostó su cabeza en el pecho descubierto de su novio y depósito un beso sobre el pezón. —Me recuerda a mi papá y a los momentos donde él nos cuidaba solo, porque mamá trabajaba muy rudo.— Contestó.

—Hizo de padre soltero, eh.— Con una sonrisa, Sebastian empezó a acariciarle el cabello a ella.

—Fue genial, ¿sabes? Hicimos tantas travesuras que mamá jamás se enterará. Cómo la vez que a Adam lo picaron Miles de abejas porque queríamos ver si había miel en el panal. — Comentó ella en un susurro pesado, se estaba durmiendo entre los brazos de Stan.

Behind the Scenes  •|Sebastian Stan|•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora