Capítulo. 142

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Luna de miel.

Venecia es una de las metrópolis europeas más románticas que hay. Esta urbe italiana sencillamente consigue que todos sus visitantes queden enamorados ya que se convierte en un espacio mágico para quienes la visitan. Ese fue el caso del Matrimonio Stan, quienes eligieron el lugar por sus maravillosas reseñas y por la curiosidad de conocer un nuevo sitio, además de disfrutar una semana juntos como marido y mujer.

Amelia sollozaba y reía al mismo tiempo sobre el suelo de aquella habitación de hotel en la que se hospedaba con su esposo. Las luces del atardecer entraban por las ventanas y el azul del agua podía verse reflejada en los techos. Por su lado, Sebastian estaba sentado de piernas abiertas sobre la cama, con los brazos cruzados y una sonrisa burlona en los labios.

—¡No!— Exclamó la chica, tratando de aguantar una fuerte carcajada y con lágrimas en los ojos.

—Bonita, debes bañarte.— Repitió Stan, por quinta vez en menos de un minuto.

—¡No quiero!— Chilló rodando en el piso como una pelota hasta quedar sobre una alfombra acolchada. —El agua está fría.—

Sebastian dejó ir un largo y tendido suspiro, haciendo creer por un momento a la mujer que ya no lucharía más pero, estaba equivocada. 

—¡Ven!— El ojiazul se levantó de la cama y la tomó de los tobillos para arrastrarla hasta el baño.

—¡Aaah!— Gritó la Sra. Stan, intentando aferrarse a la pata de una silla, sin embargo, su esposo era más fuerte.

Sebastian la terminó cargando entre risas y entrando al baño, dejándola en el suelo tras la puerta para que no escapara. —Ropa.— Pidió con la mano extendida.

Amelia hizo un puchero con sus labios, intentando convencer a su esposo de tenerle algo de compasión. —No quiero.— Sollozó.

—No fue pregunta, Lia Marie.— Al usar su segundo nombre, Sebastian demostró que no se ablandará ante ella.

Brown saltó en su lugar y pateó varias veces el aire con enfada, luego de eso, se deshizo de su pijama de satín rosado, también su ropa interior y le entregó a su chico las prendas en la mano, antes de entrar a la ducha. Amaba bañarse pero, también hacer reír a su esposo y no había mejor forma que actuar un berrinche estúpido.

—¿Me acompañas?— Preguntó la originaria de Boston con el acento inglés británico tan amado por el rumano. 

—No, estás castigada por berrinchuda. — Dijo firme, a pesar de ser una propuesta muy tentadora y exquisita. —Además, ya me bañé.—


Se escucharon nuavmente los sollozos de Amelia, quien por hacer pataletas casi cae de espaldas en la ducha y se golpea.

—¿Ves? Si sigues haciendo drama, te harás daño.— Regañó el ojiazul con los brazos cruzados aún de pie en la puerta. —Báñate, ¿si? Para que vayamos a cenar algo rico.—

Amelia llevó la vista a sus dedos descalzos y fingió limpiarse unas lágrimas. —Malo.—

Sebastian negó con su cabeza y una sonrisa bastante burlesca en sus labios, cerró la puerta del baño y procedió a buscar en el pequeño closet de la habitación un lindo vestido para la mujer que amaba. Al encontrarlo, lo colocó sobre la cama y pasó a buscar unas lindas zapatillas a juego con su elección, justo terminaba de buscar los accesorios cuando Amy salió del baño, envuelta en una toalla y temblando como perrito.

Behind the Scenes  •|Sebastian Stan|•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora