Capítulo. 147

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Gorritos de navidad.

Ansiosa, Amelia bajaba sus dos maletas de la van transportadora de equipaje, unos treinta minutos después de haber aterrizado en el Aeropuerto Internacional Jonh F. Kennedy. Aliviada y feliz por volver luego de dos meses a su casa, junto a su esposo. Tomó un taxi y le pidió al conductor con mucha amabilidad que la llevara al edificio donde vivía, al entrar  inmediatamente fue hacia el ascensor hasta llegar a su piso.

Al abrir la puerta de su vivienda, fue recibida por unas encantadoras decoraciones navideñas y el aroma de galletas recién hechas. Había un árbol en la esquina izquierda de la sala, con luces de colores y bambalinas rojas, en su base varios regalos. Supuso que Sebastian estaba en casa porque las luces brillaban, su teoría fue confirmada cuando lo vió salir de la habitación y descender por las escaleras con un gorro de navidad en su cabeza más una bata de baño envolviendo su cuerpo.

—¡Bonita!— Chilló el hombre, acelerando su paso para encontrarse con ella en la puerta y abrazarla con cariño.

Amelia envolvió sus brazos en la cintura de su esposo y le besó el pecho varias veces. —¡Te extrañé!—

Sebastian sonreía, admirándola con la cabeza algo gacha por la diferencia de altura. Por las grabaciones de Destroyer, su corte de cabello y barba era distinto, completamente rapado en los laterales con cabello en la copa, además una especie de candado descuidado en la barbilla, y las mejillas.

—Yo también te extrañé.— Respondió el castaño, acercándose a ella un poco más y deslizando su mano por uno de los brazos ajenos.

Brown se estremeció, encendiéndose de inmediato gracias a la abstinencia involuntaria. No podía dejar de mirarlo, estaba hechizada por su fachada ruda y seductora. Él continuó tocándola, soltando un jadeo ahogado cuando la sujetó con firmeza por la cintura, anulando cualquier espacio entre sus cuerpos.

—¿La sientes?— Le preguntó él, refiriéndose a su erección.

Stan estaba caliente y Amelia también, el calor traspasaba sus prendas y sus ojos no se despegaron jamás. El rumano entreabrió sus labios, al mismo tiempo que detallaba la lengua viperina de su esposa y captaba la invitación para besarla. Un gruñido salvaje acompañó una caricia en el cuello femenino, Brown suspiró y cerró los ojos mientras Sebastian presionaba su boca sobre la de ella; fue un beso salvaje, erótico, lleno de atrevimiento.

Sus lenguas se acariciaron y se enredaron cómo dos serpientes en plena lucha, poco a poco el beso aumentó de intensidad, hasta el punto de hacerse el amor con sus bocas. Los labios de Sebastian sabían a chocolate mezclado con lo mentolado de la pasta de dientes, Amelia quería más de él, estaba encendida y sus bragas empapadas eran la mejor prueba.

Sebastian alejó su mano del cuello ajeno para deslizarla hasta su cintura nuevamente. La castaña podía sentir sus senos aplastándose contra el pecho duro de su esposo y los roces de su miembro erecto en el vientre; no pudo evitar gemir contra sus labios y apretarse aún más a él. Cuando se trataba del rumano, ella dejaba de pensar con coherencia, solo deseaba ser tomada y follada hasta olvidar su propio nombre. Stan se apartó de su boca, dejando un hilo de saliva que unía sus labios inferiores.

—Extrañaba besarte.— Le susurró él, pasando su pulgar por el labio de la chica para limpiarlo. Su voz ronca y su olor a hombre hicieron temblar a la castaña.

Amelia tuvo agitar su cabeza y carraspear en un intento de colocar sus pensamientos en orden. —Quiero un gorrito de esos.— Dijo, señalando la cabeza de su marido.

Sebastian metió su mano en uno de los bolsillos de la bata y sacó de él un gorro navideño en color rojo, al parecer había esperado bastante para mostrarlo. Con una gran sonrisa, colocó el bonete en la cabeza de ella.

—Ahora eres la Sra. Claus.— Comentó con una gran sonrisa.

La castaña no pudo evitar reírse y ajustó el gorro en su cabeza. —¿Y tú eres Santa?—

—Lo que tú quieras.— Murmuró con coquetería, besando ligeramente los labios de ella.

—¿Mi juguete sexual?— Preguntó, mordiéndose los labios y alejándose unos centímetros del cuerpo caliente de su esposo.

Rápidamente, Sebastian llevó sus manos al cordón de la bata de baño y lo deshizo, mostrando su bella y esbelta figura cuando la tela quedó desparramada en el piso. Amelia se retiró un poco más para admirarlo, riendo con la voz ligeramente ronca al ver el pene de su esposo con la punta hinchada y su vientre decorado con un moño de regalo.

—¡Estás loco!— Exclamó ella, sintiendo una ola de fluidos bajar hasta sus pantis.

Stan sonrió orgulloso y posó las manos en sus caderas. —Bonita, no existe un mejor regalo para tí qué mi cuerpo entero.—

Amelia suspiró admirando su amplio pecho, sus brazos fuertes y sus piernas torneadas. Después de comérselo con la mirada, volvió a besarlo y él sin esperar mucho, la desnudó por completo, agradeciendo al universo por haberla obligado a colocarse un vestido. Acariciaban mutua y pausadamente sus cuerpos desnudos, tocando los puntos superficiales más sensibles, inundando la sala de jadeos y suspiros entrecortados. La imagen de ambos era algo cómica: Desnudos, únicamente con los gorros navideños sobre sus cabezas.

Él la sujeto de la mano y caminaron juntos hacia el sofá, Sebastian tomó asiento sobre el objeto acolchado y dejó a Amy sobre él, con la espalda apoyada en su fuerte pecho; la abrazó y comenzó a besarle el cuello, las orejas y la espalda. Amelia cerró los ojos dejándose llevar por las sensaciones, ronroneando cuando unas manos grandes acunaron sus senos y los estrujaron, amasaron y pellizcaron a placer.

La castaña gimió con sonoridad, pegando su cuerpo más al de él, solo para experimentar el roce de aquel miembro entre sus nalgas. Volvió a gemir y mordió su labio con fuerza al iniciar un bamboleo contra él, arrancándole un par de gruñidos de mera satisfacción. A Sebastian lo estaba enloqueciendo ese roce, todo su cuerpo la había extrañado con demasía y quería recuperar el tiempo perdido. Él bajo su mano hasta la intimidad ajena y empezó a acariciarla con delicadeza, sonriendo cuando ella abrió aún más las piernas para darle libre acceso. Amelia arqueó su espalda, jadeando como un perra en celo por los masajes que recibían sus pliegues y la presión en su clítoris hinchado.

Un chillido de placer surgió de la garganta de Amelia cuando Sebastian la penetró con los dedos. Era delicioso e increíble lo que él le hacía, siempre localizando los puntos exactos para hacerle enloquecer. La llevaba al climax con solo besarle las mejillas y obviamente, con sus dedos enterrándose ferozmente en su vagina húmeda. Brown tembló y gimió sin control alguno, sintiendo una oleada de puro placer llenando su cuerpo. El orgasmo la venció, dejándola sin fuerzas entre los brazos de su hombre.

—Me encanta cuando tiemblas y te corres sobre mis dedos.— Le comentó, aún moviendo sus dedos por toda su vagina, esparciendo los fluidos.

Amelia mordió sus labios, aún intentando recomponer su respiración. —Te extrañé un montón.— Volvió a confesar, tomando la mano de su chico y chupando los dedos llenos de su corrida.

La erección de Sebastian palpitó entre las nalgas de ella, empezando a doler y a expulsar líquido preseminal.  —¿Me ayudas con esto?— Preguntó.

Por supuesto, papi.— Le habló en español, sonriendo con maldad pura en sus ojos.

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Hello! Hello!

Espero les haya gustado este capítulo algo intenso, lleno de detalles. Se les quiere mucho aunque no los conozca.

#Angie. ❤️

Behind the Scenes  •|Sebastian Stan|•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora