Capítulo. 130

1.5K 165 276
                                    

Soy mejor.

La boda de Amelía Brown y Sebastian se acercaba cada vez más, los detalles faltantes eran mínimos y la emoción de los novios contagiaba a cualquiera que conversara del evento. Las invitaciones de acetato y decoraciones azules pastel fueron enviadas con un mes y medio de antelación, eran preciosas y originales, cabe resaltar. Tulum fue el lugar escogido para llevar a acabó la unión, así que los boletos de avión y el alquiler de los espacios en la playa también estaban listos. En pocas palabras, todos esperan la boda con impaciencia para divertirse y gritar sus mejores deseos para los recién casados.

Brown y Stan regresaron a New York con un permiso de una semana concedido por los directores de sus proyectos. Ambos después de agradecer, tomaron un avión a la ciudad donde ambos se residenciaban  y al encontrarse, retomaron el tiempo perdido pero, sobre todo, se propusieron comprar todo lo que les faltaba para la ceremonia.

—Tengo una idea para el diseño de los anillos.— Dijo Sebastian caminando junto a su futura esposa por las calles de su ciudad. Sus mano grande y cálida estaba entrelazada con la pequeña y fría mano de Amelía.

—¡Uh!— Exclamó la castaña emocionada.  —Cuéntame, tus ideas son fantásticas.—

Stan sonrió, emocionado siempre porque consideraban sus ideas. —¿Soy tú mundo?— Preguntó.

Brown frunció el ceño, sin entender que relación tenía esa pregunta con el símbolo que representaría su alianza pero, de igual forma respondió la cuestión. —Por supuesto, cariño. Eres mi mundo entero, ¿por qué?—

Sebatian no pudo evitar sonreír por el dulce tono de voz de ella al responderle, detuvo su paso, se colocó frente a ella para hablarle mejor y la tomó de las mejillas con delicadeza. —Tú también eres mi mundo.— Susurró, robándole un beso bastante corto en medio de una calle. —Pensé en comprar unos anillos sencillos y grabarlos con el mapamundi, cada uno tendrá una mitad del grabado.— Le dijo.

Amelía se imaginó su dedo con un aro dorado de la manera en al que lo describía su ojiazul favorito y sonrió como el gato de Alicia en el País de las Maravillas. —¿Así ambos podremos transmitirle a los demás que somos el mundo entero para el otro con solo alzar la mano?— Complementó con aquellas palabras lo que Sebastian describió antes.

—Exactamente, bonita.— Dijo Sebastian, tocándole la nariz a ella con su dedo índice. —¿No suena original y hermoso?—

—Suena de ensueño, la verdad.— Contestó Lía, tomando nuevamente la mano de su chico y retomando el paso por las calles.

Sebastian ajustó unas gafas de sol sobre su cabeza. —¿Ya elegiste el vestido que te voy a quitar? Digo, con el que te vas a casar.— Era evidentemente su tono burlesco y pícaro al expulsar esas palabras de su boca.

Amelia no puedo evitar reír y llevarse una mano al estómago de lo fuerte que fue la carcajada. —Tú no me cogerás a mi, yo te cogeré a ti.— Dijo ella.

Sebastian abrió los ojos de para en par, con algo de miedo y curiosidad a la vez. Recordó aquella vez cuando tuvieron sexo intenso y él le propuso implícitamente que le diera una cogida, que profanara su agujero trasero, creyó que lo había olvidado con tantas cosas en la cabeza pero, al parecer no.

—Espera, ¿estamos en la misma sintonía?— Preguntó el ojiazul, abriendo la puerta de vidrio de un local en el que comprarían los centros de mesa.

Amelía pasó la lengua por su labio inferior y entró al establecimiento, con el hombre siguiéndola. —Ya compré el arnés.— Confesó.

Stan no pudo evitar sonrojarse y toser por la sequedad que de repente atacó su boca. —¡Wow!— Solo pudo decir.

Behind the Scenes  •|Sebastian Stan|•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora