🥀 u n o 🥀

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—¿Hemos llegado ya?— pregunta Alana, frotándose los ojitos con su pequeño puño. Ajusta su abrigo mientras nos aproximamos a la primavera, pero el frío persiste, sin rastro de nieve.

—Sí— respondo, acomodándome también el abrigo.

—Aquí tienen, señoritas— el taxista nos entrega nuestras maletas. Alana toma su mochila de Hello Kitty y la cuelga sobre sus hombros. En total, cuatro maletas: tres medianas y una grande que alberga toda nuestra ropa y pequeños recuerdos que no quisimos dejar en casa. —Espero que su estadía en Wild sea la mejor de todas, señoritas—

Sujeto la mano de mi hermana, mientras con la otra tomo una de las maletas. La imponente casa ante nosotras parece devorar la luz, y tengo que tragar saliva con fuerza, sintiendo cómo mi garganta pica en el proceso. El frío se filtra bajo el abrigo, erizando mi piel. Siempre he detestado el frío, y según lo que sé, los inviernos aquí son crudos. No sé cómo será esa época para mí. Para Alana será fácil; siempre ha amado el frío y odiado el calor, lo opuesto a mí.

—Nani, este lugar no me agrada— murmura con la inocencia impregnada en su tono. Suspiro, y mi aliento se materializa en el frío ambiente.

—Tampoco me agrada, pero nos tocará adaptarnos— respondo, asumiendo el peso de la situación. Alana toma una maleta y la arrastra mientras me encargo del resto.

Contemplo el entorno, saturado de naturaleza y animales. Pájaros desafían el clima adverso en el cielo, y las ardillas danzan por los troncos de los árboles, recolectando semillas y balanceándose entre las ramas. Nunca he tenido afinidad por los animales de ninguna especie. Incluso cuando tuve un pez de niña, lo desprecié tanto que lo regalé a mi vecina, amenazando con condenarlo a la inanición. Cruel, pero real.

Al menos esperaba que esos "Familiares cercanos" nos recibieran a la entrada de su casa. Hablé con ellos solo una vez antes de partir, unas horas antes de que el taxista nos recogiera en nuestra puerta. Aunque mi deseo de estar con ellos era nulo, mis padres insistían en que eran personas bondadosas y que nos cuidarían mejor que ellos.

Parecía absurdo; nos cuidaban adecuadamente, y no atravesábamos dificultades económicas. Sin embargo, en las últimas semanas, los noté extraños, susurrando y mostrando certeza de que alguien los acechaba. ¿Problemas legales o individuos malintencionados? Sea cual sea la verdad, desapruebo que nos hayan enviado a este rincón alejado, sin saber cuándo nos visitarán. Alana no dejó de preguntar por ellos durante el viaje, hasta que sucumbió al sueño en mis brazos y despertó hace unos minutos, al llegar.

Una leve vacilación precede al contacto con el timbre de la casa, un aparato antiguo cuyo sonido resuena antes de ser silenciado. Al levantar la mirada, constato los estragos del tiempo en el techo, un indicio palpable de la antigüedad que envuelve la morada.

Un paso atrás, instintivo, al escuchar la apertura de la puerta. Alana, aferrada a mi cintura, me observa con temor. Entiendo su aprehensión; todo es desconocido para ella, un escenario que ni ella ni yo buscamos. Pero como la hermana mayor, encaro la situación con una serenidad que oculta la tormenta interna.

Protejo los ojos de mi hermana justo antes de contemplar a quien abre la puerta. Un joven sin camisa y con unos shorts que apenas respetan la decencia, reveland más de lo necesario. No siento vergüenza al mirarlo; apenas me provoca indiferencia. He visto hombres con o sin ropa antes; uno más no alterará la ecuación.

—¿Quiénes son?— inquiere el muchacho, deslizando sus dedos por su cabello. Ojos cafés, cabello negro, piel morena, y una figura musculosa. Labios atractivos. Si no fuéramos familia, podría considerarlo como un trozo de tarta apetitosa.

—Anabelle Russell— respondo. Su mirada escudriña mi persona, desde la cabeza hasta los pies.

—Lucas Susso, tu primo— extiende su mano en mi dirección. Aunque considero dejarlo con la mano alzada, opto por la cortesía para no deslucir la primera impresión. Dejaré que él se encargue de arruinar la segunda. —Ella debe ser Alana, ¿Cierto?— señala a mi hermanita, quien responde tímidamente mientras mis manos cubren sus ojos.

Los Marshall #PGP2024Where stories live. Discover now