🥀 t r e i n t a | o c h o 🥀

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Narración: Anabelle Russell.

Me despojo de las capas que me conectan con el mundo exterior, cada prenda que cae es un peso menos en mi cuerpo, una liberación momentánea. Rápidamente, me sumerjo bajo la cascada del agua, permitiendo que el líquido abrace cada centímetro de mi ser. Incluso mi cabeza no escapa a la vorágine acuática, a pesar de la certeza de que cargaré con el peso de secarla después. Pero necesito que el agua fluya por mis ideas, que la corriente arrastre la neblina mental que me envuelve.

Es un gesto que podría parecer tonto, ¿Cierto? O al menos, así me lo han repetido incontables veces. La lógica no establece que el simple acto de lavar la cabeza vaya a despejar instantáneamente las ideas enredadas en nuestro cerebro. Sin embargo, hay algo en ese momento dentro de la ducha, donde nos encontramos solos con nuestros pensamientos y el agua danza alrededor de nuestro cuerpo, que nos otorga una sensación de libertad. Una libertad que, de alguna manera, permite que las ideas fluyan con mayor claridad. Es en ese espacio de introspección que, en el mejor de los casos, las dudas encuentran su resolución, pero en el peor, se enredan aún más con nuestra propia existencia.

La frase: Las mejores ideas llegan cagando. Es muy real.

¿Cómo puede la vida tejer un tapiz tan implacable? El señor Marshall, un hombre que ha soportado su cuota de sufrimiento, y aunque no justifica su actitud severa, visl umbro la raíz de su intensidad. Permanece enamorado de mi abuela, un amor que persiste a lo largo de más de cuatro décadas, anclado en el sacrificio de sus sentimientos más profundos para rescatarla de las garras de la muerte.

Soy una duplicación exacta de ella en su juventud, he absorbido cada detalle a través de las fotografías que mi bisabuela capturó. Desde las imágenes de sus quince años hasta las de cuando era más niña. La única disparidad palpable es que ella fue agraciada con una generosa voluptuosidad que a mí me fue negada. Sin embargo, en todo lo demás, somos un reflejo uno del otro; el mismo cabello, ojos, labios y sonrisa que transcurren a través de las décadas.

Con razón el señor Marshall me odia tanto. Soy un recuerdo latente de la mujer que aún ama, y con la que perdió todo. Debe ser tan doloroso verme cada día y ver lo que puso ser, pero jamás fue.

Mis ojos se abren, arrancándome de los recovecos de mis pensamientos, al escuchar la puerta de mi baño abrirse lentamente. Con un gesto, atenúo el chorro de la ducha, anhelando capturar cada resonancia de los pasos que ahora llenan el espacio. Es evidente que no estoy sola; son dos personas que han irrumpido en mi santuario acuático. La tentación de alcanzar la toalla y preservar la modestia se presenta, pero mi lado malicioso y juguetón rechaza la idea. La monotonía de cubrirme resultaría extremadamente aburrida, prefiero abrazar algo más emocionante.

Es innegable la razón tras su ingreso, y confieso que en mis fantasías más osadas, he tejido escenarios donde permito que laven mi espalda. No lo niego, nunca lo he negado; me reconozco como una provocadora.

La cortina se desliza a un lado, revelando el torso desnudo del rubio menor, su figura envuelta únicamente en la sugerencia de ropa interior. Una sonrisa sutil juega en la comisura de mis labios al admirar la visión que se despliega ante mí. Moviendo mi cabeza, busco ahora al rubio del medio, quien comparte la misma desnudez escasa, creando un dúo cautivador. La mordida sutil de mi labio revela una respuesta visceral, una apreciación genuina ante la presencia magnética de ambos.

La diferencia entre ellos es palpable. Gunther, el mayor, despliega una amplitud que va más allá de su estatura, con músculos marcados que adornan su figura, especialmente en los brazos y las piernas. Volker, por otro lado, exhibe un abdomen de envidia, una escultura de definición que evoca sus propios encantos. La dualidad en sus anatomías resalta, cada uno portando una belleza única que captura mi atención de formas distintas.

Los Marshall #PGP2024Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt