🥀 q u i n c e 🥀

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La noche anterior se desplegó como un oscuro capítulo que se repite incesantemente en mi mente, una pesadilla insomne que se niega a ceder. El miedo persistente de que la entidad malevolente que amenazaba con devorarme regrese se apoderó de mi tranquilidad, fragmentando mi sueño en intervalos de apenas cinco minutos. Cada despertar estaba marcado por la exaltación y el sudor, con la urgencia de escudriñar la oscura línea del bosque desde mi ventana, buscando algún rastro de lo inusual.

La imagen de un lobo emergiendo de entre los arbustos, para luego desvanecerse abruptamente y dar paso a una figura humana decidida a arrastrarme hacia el bosque, sigue grabada en mi memoria. Las marcas en mis piernas atestiguan la brutalidad del encuentro; me aferré al suelo desesperadamente mientras aquella presencia intentaba llevarme consigo. Moretones oscuros adornan los costados de mi mandíbula, recordatorios dolorosos de la fuerza despiadada que se ejerció para silenciarme.

La identidad de mi agresor permanece envuelta en el misterio, ya que ni yo ni Lucas logramos vislumbrar su rostro. Apenas tuve oportunidad de girarme durante el ataque. En ese momento crítico, la intervención oportuna de Lucas ahuyentó al intruso, aunque su identidad seguía siendo una incógnita. El relato posterior de cómo quedé inconsciente en sus brazos se desvanece en un oscuro abismo en mi memoria.

La llegada posterior de Marisol y Leonardo, con un lapso de media hora, es un detalle que no puedo ignorar, y aunque sospecho que fue Marisol quien me cuidó al asearme y ponerme la pijama, opto por no ahondar en ese aspecto. Cada despertar en la madrugada está acompañado por un dolor de cabeza persistente, una sensación constante de ser observada, y la inquietante certeza de que la amenaza acecha en el bosque, aguardando el momento propicio para un nuevo ataque.

La intensidad de mi temor nocturno se tradujo en la necesidad de que Lucas compartiera mi habitación, instalando un colchón a un lado de mi cama, cortesía de Marisol. Aunque inicialmente optó por descansar en el colchón, en medio de la madrugada se desplazó a mi cama, permitiéndome abrazarlo y encontrando así un respiro efímero que me otorgó unas escasas horas de sueño.

La mañana, aún cargada de sombras, me encuentra en la sala de estar. Marisol ha preparado un reconfortante chocolate caliente, y mientras lo saboreo, me sumerjo en la distracción que proporciona la animación de Bob Esponja, mi refugio animado. Alana, sentada a mi lado, se entretiene coloreando mientras las clases han sido suspendidas debido al festival de la noche anterior.

En medio de la cotidianidad forzada, la pregunta inocente de Alana:

—¿De qué color es el cabello de Barbie?— pregunta.

—El color que más te guste— respondo, y ella se decide por el verde. Sus preguntas son un efímero escape de la vorágine que me rodea.

El llamado de Leonardo interrumpe la quietud. Al levantarme del sofá, mi mirada se desvía instintivamente hacia la ventana, buscando algún rastro del miedo que persiste. Nada. Aunque el clima sugiere un día perfecto, con sol radiante y temperaturas más moderadas, el miedo se erige como una barrera que impide que pueda disfrutar de tan apacible jornada al aire libre.

Al llegar al comedor, me sorprende encontrar a los padres de Volker sentados junto a mis tíos, a quienes conocí durante el festival. La presencia del padre de Volker, líder del pueblo, equiparable a un alcalde o gobernador en mi ciudad, añade un matiz inquietante a la atmósfera ya cargada de tensiones.

—Anabelle, ellos son los padres de Volker, los que conociste ayer— insiste en presentarlos —Por favor, toma asiento—

Mi ansiedad se refleja al sentarme junto a ellos. Comprendo claramente la razón de su presencia, anhelando que este proceso se resuelva rápidamente. La esperanza de recobrar la libertad de moverme sin que el miedo dicte cada acción reposa en que atrapen a esa entidad.

Los Marshall #PGP2024Where stories live. Discover now