🥀 d o s 🥀

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Mi habitación resultaba ser un oasis de independencia, algo que aprecio profundamente. Contaba con un baño exclusivo, un lujo que en mi hogar anterior no existía, donde compartíamos uno para todos. Me molestaba tener que esperar para bañarme o usar el baño, ya que mis padres podían tardar hasta una hora en ocuparlo. Mi hermana, en cambio, no; la bañaba yo misma, y no llevaba más de veinte minutos.

Una cama doble ocupaba el centro de la habitación, con una ventana que proporcionaba luz natural y, curiosamente, un espacio adicional tras ella, quizás destinado a plantas u otros adornos. Había una librería vacía que, a pesar de mostrar signos de antigüedad, podría revitalizarse con una capa de pintura y barniz. En una de las esquinas, una pequeña mesa prometía ser un rincón ideal para mi laptop, donde podría estudiar sin interrupciones nocturnas. El armario parecía suficiente para mi modesta cantidad de ropa, principalmente compuesta por shorts y tops cortos de diversos colores. Amo el verano, aunque odio el calor excesivo de este, y vestir prendas ligeras es mi estrategia para soportarlo.

Dejo las maletas sobre la cama y me sumerjo en la tarea de organizar la habitación según mis preferencias. Primero, cuelgo una foto con mi familia al lado de la puerta, seguida de algunos cuadros más para imprimirle mi sello personal al espacio. Saco mi celular y repaso los mensajes de amigos y conocidos antes de perder la cobertura, que aquí, evidentemente, es escasa.

Tres golpes resonaron en la puerta, interrumpiendo mi tarea. Al abrirla, me encontré con la mirada curiosa e inquisitiva de Lucas, mi primo. Una lástima, pues su atractivo no podía obviarse, pero las líneas familiares establecían límites innegociables. Me crucé de brazos al notar que no decía ni hacía nada más que mirarme, creando un incómodo silencio. Atractivo o no, era mi primo y ciertos límites no debían cruzarse.

—Mi madre quiere que bajen a cenar, está todo listo— dijo después de unos segundos, manteniendo su mirada intensa.

—Bien— abandoné la tarea de organizar; las prioridades cambiaron. Al cerrar la puerta, noté que Lucas continuaba mirándome en el pasillo —¿Se te perdió algo? Si persistes con esa mirada, terminaré desgastándome—

—Tal vez eso sería mejor para ti— respondió de manera cortante, alejándose por el pasillo hacia las escaleras, dejando la tensión flotando en el aire.

—Imbécil— murmuré, sintiendo que la oscuridad se apoderaba del ambiente, cargando con una tensión que se negaba a disiparse.

Adentro de la habitación de Alana, la encuentro organizando sus muñecas en la estantería junto a su cama. Su espacio es más reducido que el mío, con una cama individual y las paredes pintadas en un intenso magenta, su color favorito.

—Princesa..— la observo con una sonrisa y se acerca rápidamente para abrazar mis piernas. Me arrodillo para cargarla, y ella deposita un beso en mi mejilla
—Bajemos a almorzar—

—¿Comeremos ese conejo?—pregunta. No respondo, simplemente le doy un beso en la frente.

Mis allegados a menudo me describen como una chica fría, calculadora e inteligente, pero con Alana, mi hermana pequeña, hay un resquicio en mi corazón que se ablanda.

Llegamos al comedor donde Marisol, mi tía, está acompañada de su hijo Lucas, colocando los platos sobre la mesa. Dejo a Alana en el suelo y ella corre hacia su tía para abrazar sus piernas, una de sus costumbres que despierta lo más sensible en ambas.

—He preparado estofado de conejo. ¿Les gusta?— pregunta Marisol, colocando la olla en el centro de la mesa.

—Nunca lo he probado. ¿Es rico?— inquiere Alana.

—Te dará proteínas y vitaminas necesarias para el crecimiento— responde Lucas.

—Sí, princesa, es rico— contesto a su pregunta, asumiendo que no habría entendido la respuesta de Lucas.

Los Marshall #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora