🥀 c i n c u e n t a | n u e v e🥀

1.2K 166 8
                                    

Narración: Anónimo.

🥀 De ser una persona sensible te recomiendo no leer hasta que aparezca otra señal como esta 🥀

En un mundo donde las sombras danzan en la ignorancia colectiva, algunos eligen cerrar los ojos ante la realidad que no pueden percibir. La negación se convierte en un velo opaco que envuelve la verdad. Para mí, esta ceguera masiva no es una aflicción, sino una oportunidad. En el teatro de la ignorancia, aquellos dotados de conocimiento se erigen como protagonistas, mientras las masas actúan en la penumbra de su propio desconocimiento. Mis bolsillos, testigos silenciosos de esta danza oscura, se llenan con la moneda de la inconsciencia ajena.

El verano del 86 emerge como un recuerdo imperecedero, un oasis de inocencia antes de que las sombras del destino se cerraran sobre mi existencia. Mis padres, dispuestos a regalarme la magia de la naturaleza, me llevaron a acampar en un bosque impregnado de serenidad y ajeno a la interferencia humana. A mis trece años, la inconsciencia de la tragedia que se avecinaba se perdía entre la dicha efímera de aquellos días.

En la quietud del bosque, ajeno al paso inexorable del tiempo, la luz dorada del sol filtrándose entre las hojas dibujaba promesas de un futuro que pronto se desvanecería. Esa paleta de recuerdos vibrantes se convirtió en el último lienzo que retrató la presencia vital de mis padres. La tragedia, inmisericorde en su llegada, arrebató la calidez de su compañía, dejándome solo con la melancolía de aquel verano perdido en el tiempo.

La sombra de la tragedia se cierne como un manto oscuro sobre el santuario de mis recuerdos, donde la bestia colosal se erige como el ejecutor impío que arrebató la existencia de mi padre. La macabra danza de la muerte se desplegó ante mis ojos, con la brutalidad resonando como una sinfonía lúgubre en mi mente.

El eco inmutable del cráneo de mi progenitor cediendo ante el peso implacable de la bestia persiste como un eco eterno en los pasillos de mi memoria. La imagen desgarradora de los restos de su cerebro esparcidos en el suelo se convierte en un relicario de horror, marcando la frontera entre la realidad y el abismo de la pesadilla. En este oscuro rincón de mi pasado, la nostalgia se desvanece ante la persistente presencia de una escena que nunca debería haber sido tallada en los inicios de mi experiencia.

En el ocaso de la tragedia, mi madre se erigió como el último bastión de protección, ocultándome en el hueco de un árbol anciano. Su amor maternal tejía un refugio efímero entre las raíces del horror que se desplegaba a su alrededor. El susurro de hojas y ramas secas, como testigos mudos de su sacrificio, se convirtió en un sutil eco de despedida.

Había una amarga preferencia en mi corazón, anhelando que la implacable mano de la fatalidad hubiera segado su vida de manera rápida y sin tormento. La imagen de su sufrimiento, como un lienzo impregnado de dolor, se entrelaza con el anhelo de una realidad menos cruel. En la penumbra de mi existencia, el deseo de que la muerte hubiera tocado a mi puerta para liberarme de la carga de aquel recuerdo persiste, dejando cicatrices indelebles en la trama misma de mi ser.

En el abismo de la atrocidad, la bestia desató su furia sobre el alma vulnerable de mi madre, convirtiendo su agonía en un cántico oscuro que resonará eternamente en los corredores de mi memoria. Como un niño impotente ante el torrente de violencia, me refugié en la sombra de un tronco seco, testigo mudo de la brutalidad que se desplegaba.

Mis lágrimas, como un río silencioso, acompañaron los gritos desgarradores de ella, transformándose en una sinfonía de desesperación. La impotencia se convirtió en mi única armadura frente a la inhumanidad, mientras el tiempo se desdoblaba en horas interminables de tormento. Al salir de mi refugio, la realidad se me presentó como un cuadro dantesco.

El cuerpo de mi madre, un vestigio desgarrador de la tragedia, yacía en la crudeza del paisaje. Su figura despojada de dignidad resonaba en la desolación circundante, marcando el fin de la inocencia. En la quietud de aquel tronco seco, mis lágrimas se convirtieron en un tributo silente a la pérdida, mientras el eco de los horrores presenciados se entrelazaba con la nostalgia de un tiempo que ya no podría ser recuperado.

Los Marshall #PGP2024Where stories live. Discover now