🥀 c u a r e n t a | o c h o 🥀

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Narración: Gunther Marshall.

—¿En qué tanto estás pensando, abuelo?— pregunto, pero el silencio persiste.

El silencio de Alfred, mi abuelo y padre de Antón, envuelto en la amargura de su semblante, crea una atmósfera densa como la niebla en un cementerio. Lo conozco desde mi infancia, inicialmente como una figura paternal llena de sabiduría y guía. Pero al cumplir los 18 años y no experimentar la transformación, descubrí el monstruo que anidaba en su ser. La ausencia de palabras en él no es algo usual, y su rostro, marcado por la amargura, me intriga y atormenta.

—En un mes se llevará a cavo la Congregación de los Monarcas de nuestra región— replica con tono introspectivo, luego de un largo rato de silencio —Tu hermano mayor asiste desde que se transformó, trayendo orgullo en la familia como el Alpha que es. Jamás has asistido a ninguna reunión por circunstancias adversas, lo sabes, por tu transmisión malograda. Sin embargo, ahora que has experimentado tu metamorfosis, al igual que Volker, no veo ningún inconveniente en que asistan a la ceremonia—

Fruncí mi ceño con gesto de desdén. La reunión anual de los Alphas se revela como un acto de hipocresía y superficialidad, según mi perspectiva. Aunque es cierto que nunca asistí personalmente, pude desentrañar los entresijos de la farsa mientras me escapaba de mi encierro y observaba la festividad desde la escalera. Los líderes se congregaban, no para abordar las problemáticas de sus respectivas manadas, sino para alardear de sus conquistas y del poder que ostentaban durante el año transcurrido.

Las mujeres y esposas de estos líderes, conocidas como Lunas por su supuesta conexión divina con nuestra Diosa, se sumergían en trivialidades que carecían de relevancia para una reunión de tal magnitud. Entre charlas insustanciales sobre joyas y vestidos, quedaba patente la ausencia de un esfuerzo real por abordar las problemáticas comunes a todas las manadas, a pesar de las diferencias de especie. Era una competición constante por demostrar quién ostentaba el dominio absoluto, una disputa banal que despojaba de sentido el propósito original del encuentro.

Mi presencia en esta farsa seguirá siendo tan nula como hasta ahora.

—No, gracias, abuelo. Prefiero recluirme en mi cuarto como cada año— respondo con firmeza.

—No fue una pregunta— me replica con seriedad. Ruedo los ojos; es un anciano testarudo, inmutable en sus decisiones. Una versión envejecida y anticuada de mi propio padre.

—¿Y tus hermanos? Siempre espero una llamada de ustedes, pero ni siquiera eso hacen— interviene mi abuela, con tono amable, intentando aliviar la tensión que ha invadido el interior del automóvil.

—A esta hora, Volker debería estar en la escuela, supongo. A menos que esté sumergiéndose en una fase rebelde y se haya escapado— broméo. La respuesta es una sonrisa discreta de mi abuela y una mirada desaprobatoria de mi abuelo.

—Tu hermano nunca ha mostrado rebeldía. Su capacidad para concentrarse en sus responsabilidades, sin quejarse, es lo que valoro de él. Así que no afirmes que se ha vuelto rebelde— agrega con seriedad. Sonrío de manera sutil; si tan solo supiera que Volker está sumergido en una rebeldía mucho más intensa que la mía, podría desencadenarle un infarto.

—Bueno, abuelo, todos tenemos etapas en nuestra vida y la de Volker puede llegar en cualquier momento, no sé, creo yo— digo, intentando parecer imparcial.

Los minutos transcurren con pesadez, y finalmente alcanzamos la morada. El trayecto desde la residencia de mis abuelos, situada en el corazón del bosque, se revela como un periplo largo y agitado, plagado de obstáculos que frenaban nuestro avance. Aunque conocía el camino de antemano, visitas anteriores me habían familiarizado con sus desafíos, y ahora, después de cuatro años de confinamiento, enfrentaba nuevamente las mismas barreras que restringían mi tránsito.

Los Marshall #PGP2024Where stories live. Discover now