🥀 t r e i n t a | s e i s 🥀

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En la penumbra de la sala, la luz tenue resalta la soledad del espacio, acentuada por la presencia de una única silla frente a la chimenea apagada. Una alfombra roja se extiende en el suelo, como un testigo silencioso de historias pasadas.

Las paredes, cubiertas por sábanas blancas, ocultan misterios que se desvelarán con el tiempo. Entre los pliegues, candelabros y cuadros aguardan su turno para revelar sus secretos. La atmosfera está cargada de anticipación y desconcierto, alimentando la intriga que flota en el aire.

Mientras espero sola, mis pensamientos danzan en torno a las palabras del señor Marshall. El eco de mi abuela, ahora difuminado por la memoria y el paso del tiempo, se hace presente en cada rincón de la conversación. La mención de su mate despierta interrogantes sin respuesta, tejidas en el tejido mismo de mi existencia.

Mi abuela, fiel a su mate, ahora yace en el reino de los recuerdos, su ausencia aún resonando en mi corazón. La pregunta persiste: ¿Qué pasó entre ellos? ¿Por qué no están juntos como se supone que pasa cuándo son mates? La imagen de mi abuelo, un ser distante para mí, se desvanece entre los hilos del tiempo, llevándose consigo la posibilidad de conocerlo.

La llama extinta de la chimenea parece reflejar la frialdad de las respuestas que busco. Mis emociones oscilan entre la curiosidad y la melancolía, tejiendo un tapiz de reflexiones en la quietud de la sala. La historia de mi abuela, marcada por el amor y la pérdida, se entrelaza con la narrativa familiar, creando un enigma que aguarda ser desentrañado en las sombras de esta estancia vacía.

Mientras aguardo la vuelta del señor Marshall desde el segundo piso, mi mente se sumerge en la complejidad de todo esto.

Los pasos resonantes anuncian la llegada del señor Marshall, cuyas huellas en el suelo revelan el peso de la experiencia. Levanto la mirada justo a tiempo para presenciar cómo arrastra la silla desde su solitario rincón hasta colocarla frente a mí. Sin embargo, no se sienta, y su silueta se destaca contra el fondo sombrío de la sala.

Cruzo las piernas con elegancia, buscando un gesto de confianza en medio de la incertidumbre que se cierne en el aire. Mis manos reposan con serenidad sobre mis muslos, y un suspiro escapa de mis labios, cargado de pensamientos no expresados y preguntas sin formular.

El señor Marshall, ahora más cercano, exhibe las secuelas de una lucha reciente. Rastros de sangre manchan su piel curtida, vestigios de una batalla que trasciende lo físico. Las marcas de las mordidas de sus propios hijos, testigos de una relación tumultuosa, se hacen evidentes en su figura desgastada.

A pesar de su firmeza como líder, la fragilidad de la edad se manifiesta en él, como las grietas en una escultura que ha resistido los embates del tiempo. La dualidad de su ser, entre la fortaleza del pasado y la vulnerabilidad del presente, crea una atmósfera densa, donde la autoridad y la fatiga convergen en un ballet silencioso.

El silencio persiste, solo interrumpido por la respiración compartida en la estancia. El peso de la historia no dicha se posa entre nosotros, generando una tensión palpable. En este encuentro entre generaciones, el señor Marshall, con sus heridas visibles e invisibles, emerge como un testigo viviente de un linaje marcado por la lucha y la supervivencia. La realidad de su condición humana se revela, trascendiendo la fachada de liderazgo para revelar al hombre detrás de este.

—¿Tu abuela jamás te contó sobre nosotros los licántropos?— interroga, con una carga de melancolía y expectación en sus palabras, como si la respuesta pudiera revelar capítulos olvidados de un cuento ancestral.

Respondo con la reverberación de recuerdos infantiles, cuando mi abuela, con el cálido fulgor de la chimenea como testigo, tejía relatos de amor entre humanos y licántropos. La confesión de mi infancia resuena en la sala, como un eco de complicidad entre generaciones. Sin embargo, la sombra de la incredulidad se cierne sobre mis palabras, recordando el escepticismo impuesto por la racionalidad de mi padre.

Los Marshall #PGP2024Where stories live. Discover now