🥀 o c h o 🥀

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Ha pasado aproximadamente una hora desde mi llegada a la escuela, y en ese lapso, Iván, el joven al que golpeé en la boca del estómago, me ha conducido a través de los recovecos de este lugar, revelándome las peculiares reglas impuestas por su padre para todos los alumnos. Muchas de estas normas me resultan absurdas y extrañas, pero en mi condición de recién llegada, prefiero no objetar.

El patio trasero se despliega majestuoso, conectándose con el vasto bosque que se extiende detrás de la escuela. Los árboles antiguos susurran secretos y los espacios sombreados ocultan misterios. Varias canchas, desgastadas por el tiempo, yacen como testigos de innumerables recreos pasados: baloncesto, voleibol y fútbol.

No obstante, los pasillos, laberintos de piedra gastada, son motivo de mi descontento. La arquitectura parece diseñada para confundir y desorientar a los recién llegados. Agradezco las flechas que indican la dirección, pues de lo contrario, me temo que me perdería en este entramado sombrío. La similitud de mi horario con el de Iván se presenta como un respiro en este paisaje antiguo y enigmático.

El lugar tiene una oscura elegancia, un encanto ancestral que podría inmortalizar con mi cámara. Si tan solo hubiera sabido de la belleza y la antigüedad que lo caracterizan, habría traído mi equipo. ¿Quién sabe? Tal vez encuentre una alma perdida entre estos pasillos dispuesta a convertirse en musa, permitiéndome explorar la posibilidad de capturar imágenes que trasciendan el tiempo.

—Ahora nos adentramos en las clases de literatura. La profesora, a pesar de su avanzada edad, ostenta una perspectiva moderna en sus enseñanzas. Te resultarán sumamente atractivas. Y lo mejor de todo, no asigna tareas a menos que sea imperativo para evaluar a aquellos que presentan dificultad en la asignatura— expone Iván, tocando la puerta del aula.

—Odio ser la recién llegada— murmuro. Una sensación de nerviosismo me embarga, temerosa de cometer algún error o tropiezo. Sería un comienzo desastroso, y lo peor es que quedaría grabado en la memoria de todos, manchando mi reputación durante el curso.

—Tranquila, nadie te prestará atención— sonríe Iván, intentando infundir calma, aunque sin mucho éxito.

Al ingresar al salón, la presión se intensifica. Todos, incluida la profesora que fue interrumpida, dirigen sus miradas hacia nosotros. Un joven estaba escribiendo en la pizarra, mientras la profesora parecía estar en medio de una explicación.

—Hasta que llegas, Iván. Estaba a punto de marcarte como ausente injustificado— expresa la profesora con una sonrisa. En mi antigua escuela, los profesores eran despiadados, no permitían entrar al salón un minuto después del inicio, sin importar la justificación —Usted debe ser la señorita Anabelle Russell, ¿No es así?—

—Sí, un placer— respondo con vaguedad. Ni siquiera puedo enfrentar las miradas de los demás estudiantes en el salón; me avergüenza saber que mi rostro está teñido de rojo.

—Iván, siéntate— ordena la profesora al rubio que estaba a mi lado. Él alza las manos en señal de paz y se va, presumiblemente a su lugar —Bueno, Anabelle, es un placer tenerte en nuestro hermoso pero pequeño pueblo. ¿Te gustaría presentarte?— asiento y me giro hacia el resto de mis ahora compañeros.

—Buenos días a todos. Mi nombre es Anabelle Russell y soy nueva en este pueblo— suspiro —No les pediré que cuiden de mí, porque es algo que puedo hacer sola, pero sí les pido respeto, el mismo que tendré hacia ustedes, y supongo que eso es todo— expreso.

—Dijiste cosas interesantes, como el respeto, pero eres nueva y todos quieren saber de ti. ¿Por qué no nos cuentas algunas curiosidades sobre ti? Tus gustos y pasatiempos están bien— pide la profesora. Tengo que suspirar; esperaba que con solo decir mi nombre y unas cuantas trivialidades fuera suficiente.

Los Marshall #PGP2024Where stories live. Discover now