🥀 s e s e n t a 🥀

1.4K 139 15
                                    

Desenredo con cuidado la toalla de mi cabello, permitiendo que mis rizos se desplieguen graciosamente sobre mi espalda mientras la sensación del agua fría acaricia mi piel. Sin mis habituales productos capilares, me veo obligada a recurrir a los artículos de Volker en su baño. Con destreza, tomo su peine de dientes anchos y divido mi melena en seis secciones equitativas. Luego, ejecuto una técnica improvisada: enrollar cada sección en pequeñas cebollas para lograr rizos definidos que perduren hasta mi próximo lavado capilar.

Al enfrentarme al espejo, la falta de mi maquillaje habitual revela una realidad sin artificios. La piel, desprovista de sus capas de color y correcciones, muestra su desnudez, evidenciando la ausencia de productos de cuidado facial en el baño de Volker. En un gesto de exploración, examino las cremas disponibles, aunque su procedencia incierta me disuade de confiar en ellas para mi piel.

La sequedad se manifiesta como un recordatorio de la importancia de la hidratación, un ritual que, en este contexto, se ve comprometido. Sin embargo, entre la incertidumbre, surge la solución en forma de una aliada confiable: mi suegra. La idea de pedirle prestado algún producto para el cuidado de la piel se presenta como la opción más sensata. Razono conmigo misma, recordando que, al ser mi suegra, nuestra relación familiar debería facilitar esta solicitud sin causar molestias. Así, la búsqueda de una solución para la resequedad de mi piel se convierte en una travesía que implica tanto la reflexión sobre la importancia de los cuidados personales como la habilidad para encontrar respuestas en las relaciones familiares.

Si señor.

La carencia de vestimenta añade un nuevo desafío a mi situación. Al recordar mi despertar tras el ataque, visualizo las vendas que hábilmente ocultaban mi torso, mientras que para la parte inferior, un improvisado short de Waldheri se convirtió en mi única opción. La cintura, ajena a mi anatomía, requirió la improvisación de atar un cordón para evitar su deslizamiento constante.

Envuelta en una toalla que preserva mi modestia, me encamino hacia el armario de Volker, esperando hallar una solución a mi desnudez temporal. Sin embargo, al abrir sus puertas, me encuentro con un panorama desconcertante. La ropa se dispersa caóticamente por el interior del armario, desafiando la organización que uno esperaría en ese espacio. Percheros colapsados y prendas esparcidas sugieren un desorden que contrasta con la imagen típicamente pulcra asociada con la elección de indumentaria. Mi gesto de horror refleja la sorpresa ante esta escena caótica, planteándome la dificultad de encontrar una prenda adecuada entre el desorden reinante.

Decidida a encontrar una solución a mi falta de atuendo, me aventuro a explorar el armario de Volker, retirando su ropa y depositándola meticulosamente sobre la cama, dejando el espacio vacío y listo para ser reorganizado.

Aunque mi afinidad por la pulcritud no es destacada, reconozco la ocasión para realizar un acto de orden y limpieza. Reflexiono sobre la noción de que, a veces, las buenas acciones pueden contribuir a ganar nuestro lugar en el cielo. En este contexto, ¿Qué mejor manera de hacerlo que infundir un poco de orden en el caos de sus pertenencias? La respuesta, sin duda, es ninguna.

Comienzo el proceso colocando con cuidado sus camisetas en percheros para prevenir arrugas, extendiendo la misma consideración a sus camisas y trajes, a pesar de la aparente escasez de eventos formales en su vida. La disposición ordenada se extiende a sus shorts casuales, pantalones y hasta su uniforme, revelando un esfuerzo por transformar el desorden inicial en un sistema organizado, una especie de redención para el caótico estado anterior del armario.

—¿Pero que es ésta asquerosidad?

Una expresión de desagrado se dibuja en mi rostro al toparme con un bóxer usado, cuya rigidez añade un nivel de repulsión que prefiero no indagar. Sin titubear, lanzo la prenda a una esquina de la habitación, decidida a abordar esa cuestión posteriormente y sugerir, con cierta urgencia, su incineración como medida de preservar la existencia.

Los Marshall #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora