🥀 c i n c u e n t a | c i n c o 🥀

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Narración: Gunther Marshall.

En el silencio de la noche, mi sueño se sumerge en las sombras, tan frágil como una hoja en la brisa. No soy insensible al estruendo que atraviesa la quietud, pero tampoco prisionero de la pesadilla que consume el mundo. En el reino de lo intermedio, mi descanso se equilibra en el filo de la conciencia, donde el susurro de lo sutil y el rugido de lo inminente convergen en una danza efímera.

En la penumbra onírica, mi placentero sueño se desgarra cuando lo punzante, como agujas de sombra, perfora mi espalda, una tortura cíclica que despierta la molestia y la risa incómoda en mi ser. Simultáneamente, la textura áspera, cual esponja de hierro, se desliza bajo mi nuca, arrastrando consigo una sensación perturbadora que eriza mi piel y me sumerge en un malestar que se entrelaza con el tejido mismo de mi pesadilla.

En el albor de la realidad, mi despertar es un acto de traición a la ensoñación que se desvanece, una traición que deja un regusto de ira en mi paladar mental. Mis ojos, portales a la vigilia, se abren para revelar una escena desconcertante: mis manos exploran la región lastimada de mi espalda, en busca del agresor invisible que ha usurpado mis preciosas horas de descanso.

En el desvelo, descubro que no enfrento ni a objeto ni a persona, sino a la malevolencia encarnada en un no tan misterioso ente.

En la oscura sinfonía de la vigilia, el felino despojado de Anabelle, denominado por Lucas con sardónica ironía como "rata calva", halla en mi espalda un terreno propicio para su macabra danza de afilamiento y garfio. Mi piel, una ofrenda inadvertida, parece satisfacer los oscuros apetitos de la bestia, que se regodea en la carnicería silenciosa con sus garras afiladas.

En la perturbadora realidad entrelazada con la vigilia, mi gesto de agarrar al felino con delicadeza lo desplaza de la espantosa escena en mi espalda, depositándolo en la cama junto a su dueña, Anabelle. Una tregua efímera en la noche, donde la sospecha de que su presencia traiga serenidad es solo un frágil anhelo.

Sin embargo, la cama revela un abismo inesperado, un vacío vasto que desafía la lógica de la percepción. El desvanecimiento de la realidad se manifiesta en la incertidumbre de mi estado, atrapado entre el despertar y el onirismo. La frontera entre lo tangible y lo ilusorio se desdibuja, dejando en su estela la sombra inquietante de la duda.

Bajo el manto de la penumbra, tejido por la luz lánguida de la luna, la habitación se sumerge en una oscuridad palpable. En este teatro de sombras, la cama se presenta como un espectro de ausencia, un lecho desprovisto de la figura que debería yace a mi lado, excepto por la presencia sutil de la criatura sin pelo que me observa con ojos opalescentes desde la penumbra.

Con el sigilo de lo desconocido, extiendo mi mano hacia atrás, palpo el vacío, y el contacto con el hombro de Waldheri despierta una urgencia visceral. La fuerza que empleo al sacudirlo es un eco de la inquietud que se cierne en el ambiente, como si la realidad misma estuviera al borde de desmoronarse en la danza elusiva entre la vigilia y el sueño.

En la penumbra del interrogante, la voz de Waldheri, tintada por el sueño, se disuelve en el aire enrarecido de la habitación.

—¿Qué deseas? —susurra, ajeno a la realidad.

—Dos cosas pasan en la locura de mi mente adormecida— respondo, las palabras fluyendo como sombras enredadas —Anabelle, ahora invisible, se desvanece ante mis ojos, o se escapó—

En el velo disonante entre el sueño y la realidad, la lógica se desvanece como un eco distante, dejando mi mente envuelta en la nebulosa del desconcierto. Waldheri, ajeno a la gravedad de mis palabras, responde con desdén, sus improperios resonando en la oscuridad como murmullos mordaces que perforan mi conciencia. La sacudida, un acto de desesperación, lo arranca de su letargo y le revela la cruda vigilia que nos envuelve.

Los Marshall #PGP2024Where stories live. Discover now