🥀 t r e i n t a | u n o 🥀

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Durante dos interminables horas, la agonía se enroscó a mi alrededor como una sombra insaciable, devorándome con un dolor tan abrumador que cada lágrima derramada era un tributo a la desesperación. Sobre mi cama, el eco de mis gritos y lamentos se perdía en el vacío de la habitación, una sinfonía de tormento que deseaba, de alguna manera, poner fin a mi sufrimiento.

En medio de mi desesperanza, la gracia me llegó de la mano de Waldheri, quien finalmente concluyó lo que estaba haciendo. No puedo culparlo; después de todo, yo mismo había transitado el mismo camino sin mirar atrás, indiferente a las secuelas que dejaría a mi paso. Ahora, el sufrimiento que experimentaron Gunther y Volker era el tributo a mi propia indiferencia, una factura que el destino, inmutable, les entregó con crueldad.

La reflexión se torna en una introspección sombría, donde la culpa se erige como un monstruo recién descubierto. Aquel acto de infidelidad, ya vivido con Ángel, resuena con una intensidad renovada. Esta vez, el dolor que infligí a quienes compartían mi vida se percibe con una crudeza que hiela la sangre en mis venas. La agonía de Gunther y Volker, un eco de mi propia traición, se convierte en un lastre pesado que me hunde en la culpabilidad.

Aunque Volker, con una previsión que roza la fatalidad, me expuso a este tormento conscientemente, el pesar de haber causado su sufrimiento persiste. La pena se instala en mi pecho como una sombra oscura, recordándome que las acciones tienen consecuencias, y que el precio de mis propias elecciones es, en última instancia, el sufrimiento compartido por aquellos que no merecían verse arrastrados a mi abismo.

Desde mi infancia, he cultivado la habilidad de no albergar rencores, ni hacia las situaciones ni mucho menos hacia las personas. No me molesto en dedicar mi tiempo a la venganza; hay asuntos más trascendentales en la vida que demandan mi atención. Este enfoque se extiende incluso a Waldheri en estos momentos. No le guardo rencor, simplemente mi mente ha trazado una línea imaginaria que lo relega a la periferia de mi vida, convirtiéndolo en un insignificante cero a la izquierda sin valor alguno. Podría tropezarse frente a mí, y no dudaría en ofrecerle ayuda, pero la conexión significativa se desvaneció.

La diferencia entre nosotros es evidente. Mientras persisto en mi ignorancia respecto a estos asuntos, Waldheri muestra un conocimiento más profundo, y en lo más íntimo de mi ser, percibo que ello no es una casualidad, sino intencional. Es como si su experiencia estuviera tejida con propósito.

—¿Aún te duele?— interroga Gunther con ternura, acariciando mi cabello. Reposo mi cabeza en sus piernas, envuelta en una manta que me abraza hasta el cuello, mientras mi primera mascota descansa sobre uno de mis zapatos en el suelo.

—No, ya no— susurro. Mis ojos se cierran con fuerza, sintiendo la presión de las lágrimas que amenazan con emerger. Recordar el dolor que soporté durante horas, sin un remedio que lo aliviara, despierta el deseo de llorar.

—Aquí estoy— oigo la puerta de mi habitación abrirse y reconozco la voz de mi tía Marisol. Giro la cabeza para encontrarme con ella, llevando toallas y otros objetos en sus manos. Detrás de ella, Volker carga una cubeta cuyo contenido no puedo discernir desde mi posición.

—¿Qué es eso?— pregunto en un susurro, con un dejo de aprehensión. Aunque lo peor haya pasado, aún persisten pequeñas partes de mi cuerpo ardiendo, como atestiguan las marcadas y rojizas marcas que han aflorado en mi piel. La incertidumbre se cierne sobre el contenido de la cubeta sostenida por Volker.

—Primero voy a curar esas marcas en tu piel, o van a durar más de lo que nos gustaría, y luego te darás un baño con esa agua— señala la cubeta con un tono que denota una urgencia oculta —Ve y ponla en el baño, Volker— ordena tía Mari, cuya voz lleva consigo una mezcla de autoridad y preocupación palpable.

Los Marshall #PGP2024Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang