🥀 c u a r e n t a | s e i s 🥀

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Narración: Volker Marshall.

Contemplo el paisaje a través del cristal, sumido en el aburrimiento de la clase. Una ligera capa de nubes cubre el cielo, y la temperatura apenas se eleva mientras dejamos atrás el invierno y nos adentramos en la primavera. Mi pupitre, junto al de mi compañero Ben, está estratégicamente ubicado al lado de la ventana, en la tercera fila, en el último asiento. Así me gusta, alejado de la mayoría. Más abajo, tres pisos exactamente, se extiende el patio deportivo.

Hace aproximadamente media hora, presencié a los alumnos del salón 3-C correr enérgicamente por la pista de atletismo, que se serpentea por una parte del bosque formando un óvalo. Es la primera evaluación de deporte desde la transformación, lo que la convierte en una de las más cruciales del semestre. Desde aquí, pude ver a Anabelle en su clase.

Ahora estoy inmerso en la clase de química, dirigida por el director Laurens, uno de los profesores más estrictos del cuerpo docente. Su reputación se cierne sobre nosotros, dejando a su paso trabajos extensos y sometiendo a la clase a exámenes sorpresa en cualquier momento que le plazca. La atmósfera en el aula se vuelve densa, impregnada por la tensión que su presencia genera.

Después de esta clase, se avecina la sesión de deporte, y la emoción me carcome. Aunque nos dicen que es solo para medir nuestra resistencia, todos somos conscientes de que significa mucho más que eso. La competitividad se apodera de nosotros, y la anticipación de ir a la máxima velocidad posible agita los ánimos.

Dejo de prestarle atención al paisaje y dirijo mi vista al reloj sobre el pizarrón. Una mueca de disgusto se forma en mi rostro al constatar que aún falta una hora y media para que termine la tortura de la tabla periódica. Odio la química, lo he odiado siempre. No comprendo qué gano sabiendo que Fe es hierro o que H2O es agua. Puede que sea interesante, pero no me interesa a mí. ¿Estoy diciendo incoherencias, verdad? No importa. Yo me entiendo, y eso debería ser suficiente. Es una de las asignaturas que más se me dificulta, incluso más que las matemáticas.

—¿Alguna duda?—interroga el director, girándose tras finalizar su escritura en el pizarrón. Un silencio sepulcral se apodera del aula, como si la sombra de la apatía se hubiera instalado permanentemente. Nadie dice nada, y la falta de interrogantes parece ser la norma.

—Mejor. Recuerden que si tienen algún problema con respecto al seminario y necesitan ayuda, pueden ir a donde estoy y preguntar, o dirigirse a la biblioteca. Pero no olviden que esta cierra a las ocho— añade el director, y sus palabras resuenan en el aire, cargadas de una autoridad que parece rozar lo ominoso.

¿Quién usa la biblioteca existiendo internet?

—Bueno, pasemos al siguiente tema. Abran su libro en la página número..— una interrupción abrupta se hace presente, un ruido discordante y perturbador que resuena con fuerza desde el exterior del salón.

El aula se transforma en un espacio de murmullos susurrantes, rostros desconcertados y alumnos ansiosos por abandonar la monotonía de la clase, entre ellos yo, conocido como uno de los chismosos principales de la escuela, ChismesVolker.com. Un sonido discordante y perturbador se filtra desde el exterior, alimentando la curiosidad generalizada.

El eco de voces fuera de control se hace evidente; debe ser un grupo de alumnos que ha olvidado la estricta regla de no correr en los pasillos. La posibilidad de que estén persiguiendo algo o alguien flota en el aire, permeando el ambiente con un dejo de misterio. También se perciben gritos desesperados, como un llamado urgente de auxilio o la súplica a quienes transitan los pasillos para que se aparten. La incertidumbre se apodera de la escena, y mi mente divaga en la posibilidad de un accidente grave involucrando a estudiantes de primer o segundo año. Es la única explicación que se me ocurre para semejante alboroto.

Los Marshall #PGP2024Where stories live. Discover now