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La suave brisa movió los mechones de mi cabello. Miré a mi alrededor. Estaba en una pradera y, al fondo, se vislumbraba la silueta de un árbol. Levanté la vista hacia el cielo azul, donde se dibujaban algunas nubes blancas. Conocía aquel lugar, formaba parte de los recuerdos de mi infancia, pero hacía mucho tiempo que no me acercaba por allí.

Mis pies comenzaron a moverse por inercia. Algo me decía que tenía que acercarme hasta el árbol. Pero, entonces, me detuve. Me daba la impresión de que antes de estar allí estaba en otro lado, pero ¿dónde? Estaba haciendo algo. Algo importante...

Me percaté de repente de que había una silueta, de pie, bajo las ramas del árbol, protegiéndose del sol bajo sus frondosas hojas. ¿Papá?, pensé. Allí era donde solía llevarme a jugar cuando era pequeña, cuando tenía días libres o regresaba de una expedición fuera de los muros. Pero no podía ser él. Él había muerto hacía varios años.

Al aproximarme, comprobé que, efectivamente, no se trataba de mi padre. Aquella chaqueta de lana fina de colón marrón, el cabello castaño recogido... Una pequeña ramita crujió bajo mis pies, haciéndole notar mi presencia a aquella persona que se giró para mirarme por encima de su hombro.

Tan solo le hice una pregunta.

—¿Eren?

Eren se giró del todo para quedar frente a mí. Extendió su mano, invitando a que la tomara para que me uniera a él. Por unos instantes, dudé, pero finalmente lo hice, dejando que él tirara ligeramente de mí. Me dio la impresión de que, al hacerlo, el paisaje cambió ligeramente, que la colina que estaba cerca de mi casa era mucho más empinada, pues desde lo alto podíamos ver el Distrito de Klorva.

—Te he traído aquí porque quería hablar contigo.

—¿Conmigo? —parpadeé confusa— ¿Esto es real?

—Lo es. Bueno, más o menos.

—¿Son estos los caminos invisibles?

—Me estoy ayudando de ellos, sí —Eren hizo una larga pausa antes de continuar—. Quería darte las gracias por haberme cuidado durante mi adolescencia y también pedirte perdón por haber usado a Miccah y Enid. Tuve que hacerlo.

—¿Por qué?

—Porque era lo que había que hacer.

—Eren, estoy convencida de que habría habido alguna alternativa. Tenías que haber hablado con nosotros. Mira en el punto en el que nos encontramos... ¡Morirán miles de personas!

—Es la única forma de acabar con todo.

—Hange ha muerto.

—Lo sé. Hice todo lo posible por salvaros a vosotros. A toda la gente que me importa. A Armin y Mikasa. Y eso no siempre ha sido posible... Pero ahora tú tienes que vivir. Tienes algo que proteger.

Le miré sorprendida. Aquellas habían sido precisamente las últimas palabras de Hange.

—¿Entonces tendré un bebé?

—No lo sé. En estos momentos mi cabeza está hecha un lío. Distintas imágenes, que ya no sé si son recuerdos o no, se mezclan en mi mente.

—Eren...

—Para mí no hay vuelta atrás —el chico clavó sus profundos y grandes ojos verdes sobre mí—. Yo moriré, _____. Haré que olvides esta conversación que acabamos de tener. Y sé que no estás de acuerdo con lo que he hecho, pero te pido una cosa —me pareció que curvaba la comisura de sus labios en una discreta sonrisa—. Por favor, sé feliz.

Me mordí el labio. Sentía muchas cosas. Por supuesto que no podía aceptar los hechos de Eren, pero comprendía que se había visto obligado a tomar esas decisiones porque era la única salida que veía a que el mundo pudiera aceptarnos. Si él moría, Armin, Mikasa, Levi y los demás se convertirían en héroes. Habría una oportunidad para que el resto del mundo escuchara lo que tuviéramos que decir.

Más allá de las murallas - SnK [LevixReader]Where stories live. Discover now