XXII

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Tan pronto como aquella madrugada se consiguió detener a Rod Reiss y el pueblo señaló a Historia como su reina, el rey Fritz fue derrocado y se iniciaron los preparativos para coronar a Historia al final de aquel mismo día. Aquello suponía que todos, pero, en especial, los reclutas de la 104, debíamos despedirnos de ella, puesto que su lugar ahora estaba en Sina. Para la coronación se había movido a los principales miembros del ejército, quienes deberían ofrecer su lealtad a la nueva reina en una ceremonia que prácticamente debía ser improvisada. Cuando salí del cuartel general, en la plaza de la capital, se estaba montando una plataforma de madera en la que, a priori, se realizaría el evento. Algunas calles habían sido decoradas de banderines de colores y la gente discutía a las puertas de sus casas, bares y mercados cuáles serían los prolegómenos de un acontecimiento sin precedentes.

Me abrí paso entre la gente, tirando de las riendas de mi caballo. Muchas de las personas que me cruzaba, a las que ni siquiera conocía, me sonreían y asentían a mi paso, despertando en mí cierta sensación de orgullo. Las Tropas de Reconocimiento nunca habían gozado de buena reputación entre la gente, que consideraba que sus impuestos se malgastaban en financiar una facción del ejército que solo dejaba muertes y fracaso a su paso. No obstante, el destape de la corrupción del gobierno parecía haber comenzado a cambiar las cosas y la percepción que se tenía de la legión poco a poco se estaba volviendo más positiva.

Saludé con un gesto con la mano a los soldados que estaban apostados a una de las puertas de Sina. Una vez la atravesé, me monté en el caballo y galopé campo a través. Se esperaba que todos los que habíamos participado directamente en la misión y conocíamos a Historia estuviéramos en su coronación y, de hecho, no tenía intención de perdérmela, pero en esos momentos necesitaba comprobar algo. Levi se había quedado atrás a nuestro regreso y, desde entonces, no le había vuelto a ver. No había pisado la capital. Eso me llevó a sospechar que, seguramente juntando a un grupo de soldados, se había quedado en la zona para comprobar si había habido supervivientes a la pequeña batalla y al posterior derrumbamiento de la iglesia. ¿Por qué lo hacía? Porque Levi estaba en mi mente más tiempo del que me gustaba admitir y porque, además, estaba convencida de que la intención oculta de Levi era comprobar si Kenny Ackerman, aquel que nos había contado que le había criado, seguía vivo.

A lo lejos, comencé a vislumbrar el tremendo agujero que había dejado la iglesia al ser tragada por la tierra. Bajé de mi caballo y me acerqué hasta el mismo. No había restos de nadie, así que tiré de las riendas del animal para llevarle hasta el bosque cercano. Allí le oculté tras unos árboles y le acaricié el hocico cariñosamente, indicándole que debía esperar a que regresara. Entonces, me paseé por el borde del bosque. Teniendo en cuenta que en caso de que hubiera habido supervivientes, no deberían haber ido muy lejos, pues seguramente tendrían heridas graves.

No tardé mucho en captar a lo lejos una figura junto a un árbol. Caminé despacio hasta ella y poco a poco descubrí de quién se trataba. El hombre que se había acercado a mí en el mercado, en Trost, Kenny Ackerman, estaba sentado, con la espalda apoyada en el tronco. Cuando giré y pude verle, no pude evitar dibujar una mueca de disgusto. Parte de su rostro estaba desfigurado por una fea quemadura. Hilos de sangre caían desde su frente. Sus brazos inertes me hacían pensar que ya estaba muerto, pero, cuando me acerqué a él, comprobé que respiraba. Escuché una especie de sonido gutural y levanté la vista para mirarle a la cara. Sus ojos estaban posados sobre mí y comprendí que aquel extraño sonido había salido de su boca y pretendía ser una risa. Me incorporé y me separé de él, frunciendo ligeramente el ceño.

—Es una sorpresa que me hayas encontrado, princesa. Te daba por muerta.

Su tono burlón hizo que me hirviera la sangre. Él había matado a Nifa, Keiji y Dick, él había sido el responsable directo de su muerte. Aquel día, en el mercado, comprendí que aquellas palabras maquilladas que me había dirigido eran una amenaza. Me acerqué a él y coloqué la punta de mi bota sobre la herida supurante que tenía en abdomen. Kenny emitió un leve gruñido.

Más allá de las murallas - SnK [LevixReader]Where stories live. Discover now