XXXIV

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*Nota de la autora: Antes de empezar, hay partes en las que pone (nombre de la madre). Evidentemente, en esas rayitas es para que pongáis el nombre de vuestra madre o el que os apetezca :)

Frunció el ceño. Sentada sobre las escaleras de madera de la entrada de su casa, leía aquel libro de medicina, apoyado en sus piernas, pero, por mucho que mirara aquellas ilustraciones de cuerpo humano, no comprendía nada de lo que leía. Eran palabras demasiado complicadas para ella.

—¿No eres un poco pequeña para leer libros tan complicados?

La niña levantó la vista. Frente a ella, un hombre la observaba con una sonrisa en el rostro. Era alto, tenía el cabello castaño oscuro y un poco largo por detrás. Llevaba el flequillo peinado hacia los lados. Lucía unas gafas de montura redondeada que escondían sus ojos castaños.

Ante la presencia de aquel desconocido, la niña cerró el libro de golpe.

—Voy a ser médico —le dijo con determinación—. Y entraré en el Ejército, como mi papá.

—Eso es fantástico. Yo también soy médico —el hombre rompió la escasa distancia que los separaba y se puso de cuclillas frente a ella. Tendió su mano para que la pequeña le prestara el libro para echarle un vistazo, pero aquel gesto provocó que ésta se levantara, protegiendo el libro contra su pecho.

—Mi mamá me ha dicho que no debo hablar con desconocidos.

—Ya veo... —el hombre asintió lentamente, comprendiendo sus palabras— Pero ¿sabes? Yo no soy un desconocido. Soy un amigo de tu mamá.

—¿De verdad? —los ojos de la niña se abrieron de par en par.

—De verdad —dijo mientras se incorporaba de nuevo—. Se llama _____ (nombre madre), ¿a que sí? —la niña apretó los labios, conteniendo las ganas de responderle que sí, a lo que el hombre rio— He venido a verla.

—_____, ¿con quién hablas?

Su madre se asomó al quicio de la puerta principal de la casa. Al girarse para mirarla, la niña captó el rostro descompuesto de su madre. Su piel había palidecido al instante, sus ojos estaban abiertos de par en par y sus manos se aferraban con dedos temblorosos al pomo de la puerta.

—_____, ven aquí —la ordenó.

—¿Mamá? —preguntó la niña, asustada por la actitud de su madre.

—Métete en la habitación ahora mismo y no me hagas repetirlo.

La niña corrió al interior de la casa. Sin embargo, permaneció junto a la cuna en la que su hermano pequeño dormía. Tenía demasiada curiosidad por saber quién era aquel hombre que nunca antes había visto y que decía ser amigo de su madre.

—Tienes una familia —pronunció el hombre con lentitud, posando sus ojos sobre la niña, quien se aferró a los barrotes de la cuna de madera.

—¿Qué has venido a hacer aquí? ¿Cómo has llegado? ¿Cómo sabes que estaba aquí?

—Llegué hace poco y me pareció verte por casualidad en las calles. Y no estaba equivocado. Eres tú de verdad. Te habías esfumado, _____ (nombre madre). Te han buscado durante todos estos años —hizo una breve pausa—. Llegué aquí hace poco. ¿Quién crees que me envió?

—¿Él? ¿Entonces, está vivo?

—¿Fue él quien te trajo también aquí? —el hombre bajó el tono de voz, más confidencial.

—Vas a ponerme en un aprieto, Grisha, así que márchate —la mujer fue a cerrar la puerta, pero el hombre la detuvo con la mano.

—Tenemos que hablar —su rostro se ensombreció—. Tenemos que continuar lo que empezamos.

Más allá de las murallas - SnK [LevixReader]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora