XXVII

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Intenté abrir los ojos, pero los intensos rayos de luz del sol de la mañana me impedían despegar los párpados. Me incorporé ligeramente en la cama y me aparté mi alborotado pelo del rostro. Finalmente, abrí los ojos y, por unos instantes, no conocía el lugar en el que me encontraba hasta que recordé que había dormido en la enfermería y que no lo había hecho sola.

Como si algo hubiera saltado en mi cabeza, di un pequeño respingo y abrí los ojos de par en par. No había dormido sola. Levi había estado ahí. Extendí mis brazos hacia los lados de la cama, pero Levi ya no estaba ahí. Y, como si él supiera que a quien estaba buscando era a él, el moreno carraspeó ligeramente para indicarme que todavía se encontraba en la habitación. Levanté la vista y le vi sentado en la silla, frente al escritorio de la enfermería. Estaba terminando de atarse sus zapatos.

—¿Qué hora es? —le pregunté. Me parecía que era demasiado de día.

—Tarde. Hay muchas cosas que preparar. Date prisa. Tenemos que ponernos nuestros uniformes —me respondió sin ni siquiera mirarme.

Tragué saliva. Levi tenía razón. Todo el mundo se estaría preguntando dónde estábamos. Y él no dejaba de ser mi superior. Sin embargo, sentía la necesidad de aclarar lo que estaba pasando entre nosotros. Me parecía absurdo negar que no existiera algo y, aunque quizás no fuera la mejor ocasión, ya que estábamos a punto de comenzar una misión muy importante, sentía que era mejor tener algunas cosas claras antes de partir.

—Oye, Levi... —comencé, pero me vi interrumpida porque se puso en pie y caminó hacia la puerta decidido. La abrió ligeramente, pero, antes de salir, miró por encima de su hombro para decirme una última cosa.

—Ni se te ocurra morir hoy o te juro que te mato.

Parpadeé un par de veces confusa hasta que, finalmente, no pude contener más las carcajadas. La frase era, cuanto menos, absurda y carente de sentido. Si moría en la misión, ya estaría muerta, él no podría matarme. Me llevé la mano al pecho, sintiendo una sensación calurosa, y sonreí. A Levi yo le importaba, aunque fuera a su manera, y eso me hacía absurdamente feliz.

Me levanté, me vestí y fui hasta mi habitación. No me encontré apenas a nadie por el camino, así que no tuve que dar explicaciones. Me di un baño, me puse mi uniforme limpio y recogí mi pelo mojado en una coleta. Pasé por la cocina, donde comí un trozo de pan con queso y tomé una manzana para ir comiendo por el camino.

Fuera, los miembros de la legión trabajaban a destajo. Se movían de un lado a otro preparando los caballos, cargando las mercancías en los carros, preparando los ascensores de los muros... Y todo el mundo lo hacía con un silencio y una concentración casi sobrecogedores. Todos eran conscientes de la importancia de aquella misión y de lo necesaria que era la victoria. No teníamos más opción. Era importante que todo el mundo llegara hasta Shiganshina en plenas condiciones, por lo que se acordó que el momento idóneo para atravesar un territorio infestado de titanes desde hacía cinco años era de noche.

—¿Dónde demonios estabas? —Moblit me tendió unas cajas que cargué como pude.

—Me quedé dormida.

—¿Cómo puedes dormir a pierna suelta en estos momentos?

—Si yo te contara...

Moblit enarcó una ceja. Me observó marchar hacia el ascensor, donde debía dejar las cajas, hasta que reaccionó y vino detrás de mí.

—¿Ha pasado algo?

—Eres un cotilla —solté una risita.

—B-Bueno... No es que... Un cotilla, no... —Moblit se rascó la nuca avergonzado.

Más allá de las murallas - SnK [LevixReader]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora