IX

7.2K 736 855
                                    

Cerré mis ojos, sintiendo cómo la cálida agua de la ducha se deslizaba sobre mi piel. Pasé mis manos por todo mi abdomen y me detuve en el costado izquierdo, donde todavía sentía punzadas de dolor.

Habían pasado dos días desde que habíamos recuperado a Eren Jaeger y sentía que mi vida había cambiado por completo.

Abrí los ojos bajo el agua y pasé mis manos por mi cabello, limpiando todos y cada uno de los rincones de mi cuerpo. Sentía todos mis músculos doloridos y mis ojos hinchados tras pasar horas sin dormir. Ya ni siquiera las contaba. Había habido demasiados heridos y, también, demasiados muertos cuyos cuerpos no íbamos recuperar nunca.

Me puse de cuclillas y me abracé a las piernas, intentando contener mis sollozos. No había tenido ni siquiera tiempo para llorar a mi capitán ni para ir a ver a su mujer. Una vez llegamos a las murallas, me subí a un carruaje junto a un inconsciente Erwin Smith. Como yo era la que le había hecho el torniquete, los doctores de Sina, adonde fue trasladado, me dejaron trabajar con ellos, pero lo que no sabía es que ese acto irracional que había cometido me iba a ascender a la categoría de médico. Al menos en aquella ocasión.

Nunca había trabajado tanto en mi vida. Había tantos heridos a los que atender, tantos heridos a los que salvar... Recuerdo mi uniforme lleno de sangre, un uniforme del que ya me había deshecho, pero sentía que la sangre, por más que frotaba, no salía nunca de debajo de mis uñas.

Cerré finalmente el grifo de la ducha y salí de ella para observar mi cuerpo desnudo frente al espejo. Lucía un aspecto horrible. La falta de horas de sueño había hecho que dos enormes bolsas de color negro salieran bajo mis ojos, mi piel había palidecido y, aunque los moratones por el golpe que me había llevado al caer de mi caballo estaban ya amarillentos, mis músculos se resentían por la falta de descanso. Me acerqué hasta el espejo y me palpé las ojeras. Lo poco que había dormido habían sido pequeñas cabezadas en una silla durante un par de minutos antes de levantarme y seguir tratando heridos. Pero, ahora que, tras dos días de caos, todo estaba estabilizado, sentía que no podía dormir.

Por primera vez en mucho tiempo pude volver a ponerme mi vieja ropa. Quizá no fuera la falda más bonita que tenía, pero me gustaba su color granate y tenía cierto cariño al parche de color verde botella que mi madre cosió cuando la tela terminó por rasgarse. A veces había que hacer sacrificios y prefería guardar el dinero para cosas más importantes, como la comodidad de mi hermano, que comprarme ropa nueva.

Peiné un poco mi cabello todavía mojado con los dedos y me puse la bata blanca que me habían entregado para poder tratar a los soldados heridos. Resultaba gratificante que te reconocieran como médico, aunque por dentro no me sintiera del todo como tal, puesto que nunca llegué a terminar mi formación. No obstante, el llevar aquella bata me daba cierta autoridad dentro de aquel edificio. Había sabido, por ejemplo, que Mikasa Ackerman había resultado muy herida durante la misión. La chica había terminado por agravar sus lesiones, especialmente durante el trayecto de vuelta, ya que el montar a caballo había provocado que sus costillas fracturadas se desplazaran ligeramente hacía los pulmones.

Caminé por el pasillo levemente iluminado por el fuego de las antorchas que se extendían a lo largo de las paredes. Ya era noche cerrada y solo quedaban los médicos y enfermeras de guardia, pero, aunque no tuviera por qué quedarme, llevaba mucho tiempo sin saber de Erwin Smith. Era consciente de la gravedad de su situación. Había perdido mucha sangre y, aunque yo le había realizado un torniquete, aquello no había sido suficiente. Una vez se le pasó el efecto de la adrenalina, el comandante de las Tropas de Reconocimiento perdió el conocimiento. Habían tenido que anestesiarle para limpiar la herida. Desafortunadamente, el corte había dañado severamente el hueso y los músculos, así como las venas y las arterias, por lo que habían tenido que llevar a cabo una tarea de restauración severa. El objetivo era evitar que aparecieran úlceras, permitir una buena circulación de la sangre y que no quedaran puntos de hipersensibilidad en el muñón.

Más allá de las murallas - SnK [LevixReader]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora