Capítulo 3. Charlas nocturnas

218 106 110
                                    

Esa misma noche, mi padre toca a la puerta de mi habitación dos veces.

Yo le grito que siga adelante desde debajo de mis sábanas, mientras cierro la novela feminista que estoy a punto de terminar.

Se llama "La teoría King Kong", y era una de las favoritas de mi madre cuando estaba viva; me gusta a mí también, porque toca temas de los que no nos hablan en el instituto y porque me desvela algo más sobre los gustos de mi mamá.

-¿Qué lees? - me pregunta papá, sentándose en una esquina de mi cama.

Yo le enseño la portada rosa del libro y él lo mira con aprehensión.

-¿Lo conoces?- le pregunto, no logrando descifrar del todo su expresión.

Él sonríe.

-Sí, se lo regalé a tu madre cuando naciste.

Un silencio incómodo se cuela entre nosotros. Mi padre resopla y cambia de argumento antes de que la angustia se apodere de mí.

-Bueno bueno, mañana va a ser tu primer día en la escuela nueva- me anuncia con su usual actitud burlona.

La angustia se apodera de mí igualmente.

-Ya- le respondo, incorporándome un poco más -. Tengo miedo.

-No va a pasar nada- me tranquiliza él, pasando una mano sobre mi pelo negro -. Ya lo has hecho muchas veces, princesa, así que no te tendría que dar miedo. Te vas a adaptar rápido, ya verás, y conocerás a muchas personas extraordinarias.

Quería créemelo. Quería creer que esta vez iba a ser diferente. Quería creer que esta vez no me iban a ignorar, y que, por lo contrario, me iban a hacer sentir parte de algo. Lástima que yo nunca había sido parte de nada, porque era siempre la chica nueva y porque era latina.

"Demasiado mexicana para los estadounidenses y demasiado estadounidense para los mexicanos" solía decir mi papá a modo de justificación cuando de pequeña le preguntaba porqué rayos no encajaba.

-Prométeme que no nos vamos a mudar más- susurré, y, aunque tuviese a mi padre justo enfrente mío, esas palabras no tenían ningún destinatario en específico. Eran más como un deseo desesperado y febril y ya -. Prométemelo.

Los ojos de mi padre, oscuros como los míos y los de Juancho, me miraron tristes.

-Mañana irá bien-, me dijo, besándome la frente -. Confía en mí.

Simplemente VanesaTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang