Capítulo 39. La reina abeja

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Cuando cuento a Daisy lo de la presentación, casi se desmaya.

-¡ES UNA NOTICIA INCREÍBLE!- exclama, dando brincos entre las mesas del comedor-. Sabía que, un día o el otro, ibas a tener el reconocimiento que te mereces.

-Todavía es muy pronto para decirlo- suspiro-. Ni siquiera tengo claro de qué voy a hablar.

-Habla sobre el racismo- dice descuidadamente Daisy, buscando con la mirada la mesa para inscribirse al equipo de porristas-. Es algo que te representa, ¿No?

Me quedo muy quieta en mi sitio. ¿He escuchado bien?

-No- suelto sin medir el enojo que pongo en mi voz-. El racismo no me representa ni define para nada.

Daisy voltea hacia mí, sorprendida.

-Vale, no hace falta que te cabrees...

-No estoy cabreada- creo que lo digo más por reflejo que por nada, porque suena completamente a mentira.

Respiro unas cuantas veces e intento recordarme las reglas que anoté mentalmente para encajar:

1. Haz todo lo que los demás hacen;

2. No te enfades.

Cierro los ojos y exhalo, intentando liberarme del fastidio que me ha provocado el comentario de Daisy. Me convenzo que no quería ser mala onda, ni tampoco decir que el racismo es lo único que destaca de mí.

No te enfades...

-Mira, allí está la mesa de las inscripciones- digo con voz un poco más alta de lo normal, con tal de desviar la atención hacia otro tópico más interesante.

Daisy me mira confundida por un segundo antes de girar la cabeza hacia donde apunta mi dedo. Frunce el ceño.

-¿Esa no es...?- susurra, pero no necesito que termine la frase para entender lo que me quiere decir.

Sentada tras la mesa de las inscripciones está nada más y nada menos que Laia, sonriendo despectiva a las chicas que se le acerca para pedir información y alejándolas con malos comentarios.

-¿Ella también está en el equipo?- pregunto, atrayendo Daisy hacia un rincón del comedor y ganando así más metros de distancia de Laia.

Daisy deja caer bruscamente la mandíbula, y por un momento pienso que se la ha dislocado. Sus pupilas se restringen machín cuando abre los ojos de par en par, desconcertada.

-Dios, no creía que después del accidente pudiera volver al equipo tan pronto...

-Espera, ¿De qué rayos estás hablando?

Mi amiga sacude la cabeza, como si así pudiera espantar la realidad. Cuando sus grandes ojos aguamarina se clavan en mí, parecen haber visto un fantasma.

-El año pasado, Laia era la capitana del equipo de porristas, pero tuvo que irse antes del verano por una lesión a la rodilla- me explica. Luego, apretándome las manos entre las suyas: -Se le salió la rótula, ¿¡Me entiendes?! ¿Quién chingados se recupera tan pronto de semejante accidente?

-El mal nunca tiene fin...- suspiro, mirando a mis dos lados para asegurarme de que nadie nos oye-. ¿Es también por eso que no te quisiste apuntar al equipo el año pasado? ¿Porque estaba Laia?

Daisy retiene el aire en sus pulmones unos segundos antes de dejarlo salir despacio. Su labial jugoso destella mientras asiente con la cabeza.

-Nunca me cayó bien Laia. Cuando éramos pequeñas, me aventó al lago de Rose Lake y se fue corriendo sin ayudarme a salir de ahí. Lloré toda la noche.

Simplemente VanesaWhere stories live. Discover now