Capítulo 9. Una actitud inusual

130 73 48
                                    

Cuando regreso a casa, tropezándome con mis propios pies y con los ojos rojos como tomates, mi padre pone cara decepcionada, pero no dice nada.

Sé que no le hace gracia ver a su hija en ese estado, pero tampoco tiene la valentía de regañarme. Si lo hiciera, yo le echaría en cara todas las razones que lo convierten en un mal padre, y eso, evidentemente, no lo quiere escuchar.

No quiere que le recuerde que sigo deprimida por culpa de nuestras constantes mudanzas y todo lo que conllevan, ni tampoco que he crecido sin amigos; prefiere ignorar que estoy fumada y ya.

Una vez en mi habitación, me quito los zapatos y me meto directamente a la cama, sin ni siquiera cambiarme de ropa o lavarme la cara. Estoy cansada y aturdida por el porro, y solo me apetece cerrar los párpados y entrar en el mundo de los sueños.

Estoy justo a punto de dormirme cuando alguien toca a mi puerta dos veces. Maldigo en voz baja mientras Juancho se asoma por el umbral y me mira fijo, sin decir nada.

-¿Estabas durmiendo? - pregunta al final, después de que le devuelva una mirada que hubiera congelado el Infierno.

-Creo que cuando una está acostada con los ojos cerrados, significa que está durmiendo, ¿o no?- le digo con voz molesta, poniendo los ojos en blanco.

-Tambien podrías haber estado muerta- considera él, y yo me incorporo de mala gana.

-Oye, pesado, si te ha mandado papá para decirme que...

-Papá no tiene nada que ver.

Juancho suena sincero, y, por una vez en su vida, su voz es seria y calmada. Me pongo tensa, porque nunca ha podido estar más de un minuto conmigo sin hacerme una broma de mal gusto, y ahora, si no me equivoco, ya han pasado como cinco minutos desde que se ha asomado a mi puerta. Esa situación es demasiado rara.

-¿Cómo te ha ido tu primer día? - me pregunta mi hermano contra todo pronóstico.

Yo me quedo boquiabierta. Me siento un poco mareada después de haber fumado porros por una tarde entera, pero logro sostenerle la mirada a Juancho.

-Te he saludado en el comedor a la hora del almuerzo, pero estabas muy ocupada socializando con tu nuevo círculo de amigos - admite mi hermano.

Yo le hago una mueca. ¿Desde cuándo se preocupa por saludarme en el comedor? Eso no es lo que haría Juancho en una situación normal.

-¿A qué viene esto, Juan Camilo?- me informo.

Lo llamo por su nombre completo solo en dos ocasiones: cuando ha cogido algo mío de mi tocador y lo ha escondido en el vertedero que es su cuarto, o cuando imito a papá enojado. Esta vez, lo llamo "Juan Camilo" por su inusual actitud, que es toda una novedad.

-Vi, solo me preocupo por saber cómo estás-, me dice él -. ¿Crees que las otras veces que nos hemos mudado no he notado tu soledad y depresión? ¿En serio?

Sigue hablando al ver que mi cara se mantiene seria.

-Por fin después de tanto tiempo, hoy te he visto feliz con tus nuevos compañeros. No tengo ni idea de quiénes sean, pero... Si estás bien con ellos, sigue frecuentándolos. Aunque a papá ya no le caigan bien porque te han hecho probar marihuana, no deje que eso te afecte... De verdad.

Abro mucho los ojos: no sé que decir.

No quiero que mi hermano se preocupe por mi, ni que actúe como mi psicóloga.

No quiero que me diga con quién tengo que estar y con quién me ha visto más feliz en los últimos tiempos.

Nunca le he importado, entonces no entiendo porque le importe ahora. Tal vez le doy lástima.

-¿No me vas a decir nada?

Juancho esboza una leve sonrisa, que se esfuma de su cara en cuanto abro boca.

-La faceta de "hermano comprensivo" no te pega nada, Juan- le digo, reduciendo los ojos a dos fisuras -. Nos hemos mudado cinco veces, ¿y es solo ahora que te preocupas por mi?

Veo como mi hermano separa los labios para replicar algo, pero yo soy más rápida y hablo primero.

-Sé perfectamente que a papá no le ha gustado verme en ese estado, pero ni se me ha cruzado por la cabeza la idea de dejar de ver a mis amigos solo porque él no quiere. No soy tan tonta como piensas, Juan.

Y con eso, lo empujo fuera de mi habitación.

-¡Espera!- me grita él, resistiéndose a mis empujones.

-¿¿¿Y ahora que???- espeto molesta, con los ojos muy abiertos y los dientes apretados.

-¡Solo estoy tratando de ser mejor hermano, Vi!

-Que chido. Los nuevos propósitos mejor reservatelos para Año Nuevo.

Le cierro la puerta en la cara y me tumbo bocabajo en mi cama. Una lágrima me emborrona la vista, y me la seco antes de que pueda llegar a la mejilla.

-¡Cabrón!- grito, pero ese insulto va más dirigido a la frustración que siento en algunos momentos que a Juancho.

Le suelto un puño a la almohada y empiezo a llorar sin motivación alguna. Cuando se me agotan las energías y mi respiración vuelve a la normalidad, me tapo hasta arriba con mi manta y me quedo mirando al techo.

Al final, entre tantas lágrimas, logro sonreír, porque a una pequeña parte de mi alma le ha gustado ver a su hermano preocupándose por ella.

Simplemente VanesaTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang