Capítulo 35. Cenicienta

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En cuanto salimos del Rock n' Love, el manto de la noche se cierne sobre nuestras cabezas, envolviéndonos en un abrazo húmedo y frío. Me estremezco y me abrigo más con la chaqueta.

Caminamos hacia el coche de Ty sin decir ni una palabra, acompañados solo por el ruido constante de nuestros pasos sobre la acera. A pesar de eso, el silencio entre nosotros no se me hace pesado, sino todo lo contrario; pienso que las personas son mucho más interesantes cuando callan que cuando hablan.

Después de un rato, choco contra la espalda de mi acompañante. Miro por encima de su hombro y me percato de que se ha parado frente al Porche gris que había visto antes.

Mi corazón se detiene.

-¿Ese es tu coche?

Ty abre la puerta del copiloto con una sonrisa de oreja a oreja y hace una ligera reverencia para invitarme a subir.

-Yep- contesta como si nada-. Fue un regalo de parte de mi padre tras haber terminado de grabar mi primera serie.

-Guau...

No tengo palabras. Existen padres que, para los eventos importantes, te felicitan y te dan palmaditas en la espalda, como en mi caso, y otros que te entregan directamente las llaves de un Porche. Puto clasismo.

Adentro, el coche huele a colonia de hombre y piel. Me abrocho el cinturón con cuidado, pensando a cada respiro que no me merezco estar aquí.

No me merezco estar enamorada.

No me merezco confiar en alguien.

Mi vieja terapeuta diría que tengo que tener más autoestima, pero la quisiera ver a ella en mi lugar. Nunca he estado sobre un auto tan caro y tengo la sensación de que el lujo no es para mí.

Tampoco el amor es para mí, la verdad. Siempre lo he considerado como un entretenimiento para otras personas, igual que el golf o el ganchillo. Placentero, envidiable incluso, pero algo en lo que no creo valga la pena gastarse el dinero comprando el equipo.

Gracias al universo, Ty maneja muy bien y se para cuando el semáforo se pone rojo. El viaje en coche se pasa rápido a su lado, entre bromas, risas y canciones por la radio.

Llego frente a mi casa acalorada y sudada, con la música rock que aún retumba en mis oídos y marca el ritmo de los latidos de mi corazón. Finalmente, me atrevo a mirar a Ty.

-Supongo que esta es una despedida- me dice él, curvando los labios en una media sonrisa.

Asiento.

-Tren A regresa a su estación.

Ty se echa a reír y apaga la música.

-Me la he pasado muy bien contigo, Vanesita.

-Yo también contigo, Príncipe No-Azul.

-¿Te han dicho alguna vez que tienes un sarcasmo muy poco convencional?

Le dedico mi mejor sonrisa y sacudo la cabeza.

-Gracias, Ty.

Su frente perfectamente lisa se arruga.

-¿De qué?

Trago aire. Quisiera darle las gracias por haberme hecho sentir bien luego de tanto tiempo pasado compadeciéndome, y por haberme regalado un aliento de libertad esta noche.

Gracias por hacer mi estancia en esta ciudad de racistas y machistas un poco más llevadera, gracias por haber bailado junto a mí cuando nadie más estaba, gracias por haberme buscado entre la multitud, gracias por ser encantador y no querer nada a cambio...

Simplemente VanesaWhere stories live. Discover now