Capítulo 7. Lucas

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-Es la primera semana de escuela y ya nos han llenado de tareas- suspira Daisy, hincándole un diente a otra dona.

-Ya, pero no me sorprende que la mayoría de deberes sea de Mr Hitler-, me río yo, y abro mi computadora para empezar a trabajar.

Daisy me ha invitado a su casa después de la última clase de la tarde, y me he quedado tan sorprendida ante su propuesta que he hecho escena muda durante cinco minutos. Como era de esperarse, Daisy ha interpretado mi silencio como un sí a su invitación, así que aquí estamos, comiendo chuches tiradas sobre su cama.

Daisy me hace gracia porque todo lo que la rodea es extraordinariamente bonito; vive en una villa blanca con pisos de mármol y un jardín enorme todo para ella, y duerme en un cuarto rosa relleno de unicornios de peluche. Parece que aún no ha salido de la infancia, y no sé si es un bien o un mal.

Nos quedaremos aquí haciendo nuestra tarea hasta las seis y media, y luego nos alistaremos para dar una vuelta por el barrio y alcanzar a los demás en casa de Connor. Por fin tendré una tarde normal en muchos años.

Mi padre no me ha llamado nunca hoy, pero igual le he enviado unos mensajes avisándole de que probablemente no llegaré para la hora de la cena. Papá nunca se entromete en mi vida, así que no me molesta dejarle saber con quién estoy y qué estoy haciendo.

Eve toca a la puerta de su hermana y entra antes de que ella le diga que lo puede hacer. Si me lo hubiera hecho mi hermano Juancho a mí, probablemente lo hubiera incinerado al instante, pero Daisy se queda impasible.

-¿Has visto mis botas de piel?- pregunta Eve, peinándose el pelo frenéticamente y rebuscando por todos los cajones de su gemela.

Me imagino que es Juancho poniendo mi cuarto al revés y me dan ganas de matar a alguien.

-Busca debajo de la cama- sugiere Daisy, sin despegar los ojos de su computadora -. Por cierto, ¿con quién vas a salir?

-Con Lucas, obviamente- responde sin pensarlo Eve, y se agacha bajo el dosel de Daisy -. ¡Aquí están mis botas!

-¿Quién es Lucas?- pregunta la despistada de turno (yo).

Daisy abre mucho los ojos y cierra su computadora de golpe.

-¡Es el chico más popular de nuestra escuela! - grita como si fuera lo más obvio del mundo.

-Así como mi novio- precisa Eve, poniéndose las botas y ganando así unos siete centímetros más de altura.

Yo le sonrío. Eve es muy guapa, y estaba segura de que muchos chicos le tirarían fichas.

-¿Y tú tienes novio?- inquiere Daisy sin remedios.

Ahí está. La pregunta más incómodamente vergonzosa del siglo, a la cual mi respuesta es siempre la misma desde que he entendido qué significa la palabra "novio":

-No, no lo tengo.

Antes de que una de las dos gemelas pueda comentar mi penosa frase, se oye un claxon desde la calle y Eve saca la cabeza fuera de la ventana.

-¡Es Lucas!-, grita, y se precipita escaleras abajo para alcanzar a su novio.

Daisy y yo la espiamos desde la ventana mientras ella llega hasta el coche del chico y lo besa.

Y de repente...

-Espera- suelto, entrecerrando mis ojos hasta reducirlos a dos fisuras-. ¡Yo a ese lo conozco!

Claro que lo conozco, me digo, alejándome de la ventana y sentándome sobre la cama de Daisy para recobrar el aliento: Lucas, el novio de Eve, es el mismo hijo de puta que ayer se divertía a tirar piedras a mi ventana y a guiñarme el ojo después.

Simplemente VanesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora