Capítulo 46. La cuenta atrás para la felicidad

66 24 9
                                    

El sábado por la tarde, Chris, Jenna y yo nos encontramos en el Rock n' Love para poner en acto nuestra venganza contra Laia.

Para mi gran sorpresa, hoy la cafetería está repleta de gente: un señor con una gorra obscena lee el periódico con las piernas cruzadas sobre la mesa, una chica un poco más grande que yo estudia en su computadora y una profesora con cara de no haber cogido durante siglos mira a todos con odio; y esto es solo por citar algunos.

Chris y yo nos refugiamos en la cocina mientras Jenna viene y va por la puerta, cargando enormes bandejas e hileras de hasta cuatro platos sobre los brazos. No sé cómo lo hace, a mí ya se me habrían caído todos; supongo que es una habilidad que desarrollan los camareros durante los años.

Archi, el cocinero del Rock n' Love, escudilla panqueques dulces de espaldas a nosotros, perdido en sus pensamientos. Lo conozco desde hace diez minutos y ya me gusta, porque no habla mucho y se limita a asentir con la cabeza cuando le preguntamos si podemos quedarnos. Tiene el pelo teñido de rojo cobrizo y un tatuaje de un tigre XXL sobre el bíceps derecho. A juzgar por el volumen de sus músculos, es el tipo de chavo que entrena todo menos que su cerebro.

-Me estoy muriendo de hambre...- suspira Chris cuando Jenna vuelve a salir de la puerta con una cuenca de nachos grasientos y salsa guacamole-. ¿Crees que puedo robar algo de comida sin que ese grandullón lo note?

Señala a Archi con la barbilla y juega con los anillos que le adornan los dedos.

-Creo que sí- contesto arqueando una ceja-. No parece muy listo.

Finjo no estar mirando mientras Chris estira una mano hacia un plato de tortillas abandonadas y roba tres. Se las pone todas en la boca con ímpetu, arrugándolas y empujándolas hasta que caben por completo en su paladar.

-Chingada madre- dice con cara asqueada después de haberse tragado las tortillas-. Saben a culo.

-¿Cómo lo sabes? ¿Oliste un culo alguna vez?

Chris voltea para mirarme y levanta mucho las cejas.

-Mejor no preguntes.

Jenna irrumpe en la cocina justo cuando mi ataque de risa llega a su fin.

-Se liberó una mesa- nos anuncia, secándose una gota de sudor de la frente y mirándonos con los ojos muy abiertos. Parece como si se le hubiera aparecido la Virgen.

La mesa de la que habla está ubicada en una esquina oscura y solitaria, justo por debajo de un grande póster patriótico que dice: "Of course I can!", y que muestra a una mujer con seis enormes frascos de conservas entre los brazos. No sé porqué, pero me recuerda a una versión rubia y blanca de Jenna.

Aunque la imagen me parece bastante machista, porque insinúa que la utilidad de las mujeres se limita solo a cocinar, no me quejo; por lo menos tenemos un lugar decente donde sentarnos.

-Háblanos de tu plan- dice Chris, poniendo su cabeza en mi regazo-. Tengo ganas de saber qué tiene en mente esta pequeña enana apestosa.

-Pero hagámoslo rápido, por favor- suplica Jenna. Se mira alrededor para comprobar que ningún cliente la necesite y luego empieza a jugar con el borde de su falda, nerviosa-. Tengo que volver a la cocina cuanto antes.

Asiento y saco mi laptop de la mochila. Cuando abro la tapa, la Lista de la Venganza que hice el sábado sale volando, y Jenna la agarra prontamente antes de que toque el suelo. Pone cara escandalizada cuando ve la cantidad de palabrotas y dedos medios que he dibujado, pero luego parece recordar el motivo de mi enojo y su frente se relaja.

-Aprovecharemos la magnífica plataforma de Instagram para engañar a Laia- digo, abriendo la app en la computadora-. Le haremos creer que un chico alto y guapo del equipo de fútbol le ha escrito para invitarla al baile de Homecoming. Lo que no sabrá es que en realidad ese chico somos nosotros.

Simplemente VanesaWhere stories live. Discover now