Capítulo 52. Dulce venganza

28 10 7
                                    

Según mis cálculos, le robo oxígeno a este planeta desde hace exactamente 473.040.000 segundos, lo que equivaldría a 131. 400 horas y 7.884.000 minutos (sin contar los años bisiestos, obviamente).

Les podrá parecer absurdo que tenga la cuenta de cuánto he vivido, pero déjenme decirles que no es tan raro después de haber pasado cuarenta y cinco minutos escuchando a mi profe racista hablar sobre radicales. A pesar de que las ame, a veces las mates pueden ser tremendamente aburridas, especialmente cuando se habla sobre un tema que ya he escuchado millones de veces.

Como no puedo hacer nada que no sea "relacionado con las matemáticas", como el mismo Mr Hitler indica cuando nos ve dibujar sobre nuestros cuadernos, me he decantado por agarrar la calculadora y contar cosas estúpidas. Al fin y al cabo, todo lo que sea números sí está
relacionados con las mates.

Me pregunto cuántos de esos 473.040.000 segundos que he vivido han sido felices, y cuántos no tanto. Lástima que no haya una manera de calcular eso.

Dejo la calculadora a un lado, aburrida, y me estiro en mi asiento.

El reloj me avisa que el timbre está a punto de sonar y todavía Mr Hitler no ha abierto el cajón con la revista de Juancho.

A estas alturas, tampoco me sorprendería si no lo hiciera, tanto nada parece ir bien en mi vida: antes de entrar a clase he checado el perfil de Kevin en Instagram y he descubierto que Laia ha leído el mensaje que le enviamos, pero no ha contestado nada. Eso significa que probablemente no ha caído en nuestra trampa.

Lo segundo que ha confirmado mi mala suerte ha sido la ausencia de Ty en el colegio. Hoy nos tocaba mates juntos, lo cual habría sido perfecto porque así hubiéramos podido aclarar las cosas entre nosotros, pero no ha venido. Probablemente sigue de gira, o tal vez ha encontrado una gringa guapa y ha decidido quedarse con ella en lugar de seguir estudiando.

-Oye, Vi- el chico sentado a mi lado me extiende un papelito arrugado-. Es de parte de Daisy.

Frunzo el ceño y busco a mi amiga con la mirada. Como ser insultadas por Laia nos tomó bastante tiempo, llegamos al aula de mates justo antes de que la clase empezara y nos sentamos en los únicos asientos libres, que desafortunadamente quedan muy lejos el uno del otro.

Por suerte, Daisy tuvo piedad de mi mal día y me cedió el pupitre en la última fila, pero igual siento no tenerla cerca. Es reconfortante girar la cabeza hacia una cara amiga cuando no entiendes algo y comprobar que no eres la única.

Daisy voltea, como si percibiera mis ojos clavados en su peluca rosa, y las dos hacemos contacto visual. Parece muy emocionada cuando articula con los labios: "¡Léelo!"

Escondo el papelito bajo el pupitre y rezo para que Mr Hitler no se de cuenta. A veces pienso que ese hombre tiene rayos X en lugar de ojos; una vez pilló un morro pegando chicle a una silla aún estando girado de espaldas.

Vanesaaaaaa.

No te imaginas lo que acaba de pasar.

Levanto los ojos hacia Daisy, que me mira sonriendo exageradamente desde la segunda fila.

"¿Qué es?", mimo con los labios.

Ella simplemente sacude la cabeza y me hace ademán de que me lo contará después. Espero no sea nada de lo que tenga que preocuparme. No podría aguantar otra cosa en la que pensar.

-Muy bien, chicos, espero sea todo claro- Mr Hitler se deja caer en su silla y se abanica con las manos, como si instruirnos (que es literalmente por lo que es pagado), fuera la tarea más ardua del mundo-. Acuérdense que en dos semanas será la competición escolar de matemáticas. Les mandaré por correo el material que necesitan para prepararse...

Y entonces pasa.

A dos minutos de que termine la clase, pero pasa.

Mr Hitler pone una mano en el cajón de su escritorio para sacar el registro, y en lugar de eso agarra la revista porno de Juancho.

La clase explota en una ola de "Ohhh" y risitas escandalizadas cuando el hombre da vueltas a la revista entre sus manos y se ruboriza.

-¡Esto no es mío!- es lo primero que grita, deslizando la mirada de la revista a nosotros y viceversa-. ¿Quién diablos ha...?

-Hashtag profesor pervertido- dice una emocionadísima Laia, sacándole una foto y poniéndole una breve descripción para Instagram-. ¡Hashtag revista nopor!

Por fin le saca buen provecho a esa bendita plataforma, pienso, echándome para atrás en mi silla con una sonrisita complacida en los labios. Al cabo de un rato, oigo los celulares de todos vibrar al mismo tiempo; la noticia de que Mr Hitler guardaba una revista nopor en su cajón ya se está haciendo viral.

Daisy voltea hacia mí, desconcertada, y se lleva las manos a la boca mientras es poseída por una carcajada. La imito; por fin algo me sale bien hoy.

Pruebo un placer casi físico en ver los ojos de Mr Hitler salirle de las órbitas mientras brinca de pie y se pone a gritar que todo ha sido una equivocacion, que le tendieron una trampa, que seguramente ha sido unos de nosotros y bla, bla, bla. Nadie le va a creer nada después de eso.

El timbre suena, y todos nos vertemos en el pasillo envueltos en una densa bola de cuchicheos y risas.

-¿Quién piensas que haya sido?- me pregunta Daisy, jugando con los pliegues de su falda-. Algo me dice que Laia.

Pongo una mueca.

-Personalmente, creo que la revista pertenezca a Mr Hitler. Tiene cara de sádico pervertido.

-Mmmh...- Daisy sacude la cabeza y abre su taquilla-. No pienso. Nadie montaría semejante show a propósito, sobre todo si sabe que su trabajo está en juego. O sea, podría ser despedido por ello.

Se pone otra capa de labial metálico y le da un beso a su reflejo en el espejo.

-Pero, ¿No lo odiabas?- suelto, señalando incrédula hacia el aula de mates. De repente, mi venganza adopta un regusto casi empalagoso-. O sea, tiene banderas confederadas y me hizo esa broma sexista la vez pasada, y...

-Vi- Daisy me pone una mano sobre el hombro. Parece una mamá que intenta regañar a su hija sin destruirle el autoestima-. Entiendo que Mr Hitler sea un hijo de puta, pero... Quien le hizo esto lo es aún más.

Simplemente VanesaWhere stories live. Discover now