Capítulo 17. El nuevo alcalde

84 62 33
                                    

Masticar, tragar.

Masticar, tragar.

Masticar, tragar: solo puedo pensar en hacer esa estúpida secuencia de acciones mientras Chris me habla sin parar del significado de sus tatuajes y mi padre se ríe a cada anécdota.

Estamos los tres sentados alrededor de la mesa de la cocina, con un enorme cuenco de guacamole y nachos en el centro para acompañar nuestros (¡sorpresa!) tacos al pastor. Papá y Chris se llevan muy bien, sobre todo después de que mi amigo ha dicho que el conductor del programa que estamos viendo en la tele es muy guapo.

De todas formas, no me extraña que mi padre se muestre encantador con Chris; lo hace a menudo con gente que no conoce, para no incomodar a sus interlocutores, supongo, pero luego, cuando estamos a solas, su cara cambia por completo y me cuenta su verdadera opinión. Eso quiere decir que tendré que esperar a que Chris de marche de mi humilde mansión para saber si tiene el visto bueno de mi padre o no.

-¿...verdad, Vi?

Parpadeo dos veces mientras vuelvo a la realidad demasiado bruscamente.

Me quedo mirando con ojos inexpresivos a mi padre, que tiene una expresión algo preocupada estampada en su rostro. Me doy cuenta de eso porque, a pesar de que su boca esté curvada en una pequeña sonrisa, se le han marcado dos profundas arrugas entre las cejas: clara señal de que no entiende qué me está pasando.

Abro más los ojos para despertarme de mi ensimismamiento y admito que no he escuchado la primera parte de la pregunta.

Mi padre no parece sorprendido.

-Chris estaba preguntando si no te preocupa engordar, y yo le he contado que puedes comerte de todo sin subir ni un kilo.

Fruzo el ceño, porque no sé cómo hemos terminado hablando de mi peso cuando el último argumento que recuerdo es el conductor de televisión guapo, pero luego bajo mi mirada hacia mi plato y me horrorizo. Ahí hay restos de unos cuatro tacos al pastor y medio, queridos lectores.

-¿Cómo...?- mi mirada se desliza desde mi plato manchado de salsas hasta la caras divertidas de Chris y papá y viceversa-. ¿Cómo es posible que me haya comido todo esto y ustedes no me hayan dicho nada?

Chris se encoge de hombros.

-Yo también he comido como un cerdo, pero eso sí, mañana voy a pagar las consecuencias.

-Parecías con la cabeza en las nubes y no te quería molestar- admite mi padre, y vuelvo a ver una pequeña muestra de preocupación en su cara -. ¿Estás bien, princesa?

No estoy bien porque estoy demasiado conciente de que tengo al estúpido de Lucas encima de mi cabeza, me recuerda mi conciencia, y mi mirada se dispara hacia el techo. La habitación de Juancho está justo por encima de la cocina, por lo tanto mi archienemigo podría estar exactamente sobre mi coronilla ahora. Solo con pensarlo tengo escalofríos y arcadas a la vez.

-Claro- miento, y miro la televisión por encima del hombro de Chris en busca de distracción. La encuentro, desafortunadamente-. ¿¿¿QUÉ???

Todos voltean hacia la pantalla y se quedan tan pasmados como yo cuanto una conductora del noticiero regional muestra una foto de un hombre de más o menos cincuenta años. Tiene una barba bastante larga y rojiza, y ojos muy claros y pequeños, como los de un cerdo. Sé perfectamente quién es desde que metí pie en Rose Lake, porque hay pósters de su cara en cada esquina.

-... Hoy se concluyen las elecciones a futuro alcalde de Rose Lake, una de las ciudades más importantes y prometedoras de nuestro estado- narra la conductora con voz malditamente calma, y no puedo evitar empezar a juguetear con mi servilleta y volverla añicos en menos de dos segundos-. El candidato Bryan O'Bryan, del partido republicano, ha ganado las elecciones con 76000 votos de 94000, derrotando asimismo al otro candidato al rol de alcalde, Pablo Ruiz. A continuación, les mostramos la entrevista que nos ha concedido el alcalde O'Bryan esta misma mañana...

Me quedo boquiabierta: no me lo puedo creer.

Chris abre y cierra la boca como un pez fuera del agua, y mi papá tensa tanto la mandíbula que tengo miedo de que se le quede así para siempre.

Nadie dice nada por unos eternos segundos, hasta que salgo de mi trance y me apresuro a apagar el televisor.

-Creo que ya hemos oído suficiente sobre este idiota- murmuro, y papá me dirige una mirada de aprobación. Está claramente molesto, pero frente a nuestro huésped está intentando mantener el control.

Yo también estoy reteniendo todo lo que siento adentro; cuando llegué a esta ciudad, que en un principio me parecía tan bonita y cuidada, pensé que las cosas aquí eran distintas. Que todos se llevaban bien, latinos, estadounidenses y afroamericanos, mulatos, negros y blancos.

Pero me equivocaba.

Rose Lake se ve demasiado bonita como para pensar que en ella vivan personas asquerosamente racistas, pero a mi pesar esta es la realidad. Existen personas que nos miran de reojo a los latinos aquí también, aunque la belleza de Rose Lake te haga creer que en esta ciudad todo sea perfecto.

Saber que un tipo como Bryan O'Bryan, que en sus miles de discursos no ha hecho más que decir que todos los latinos son mexicanos y violadores, ganó las elecciones, no solo es una derrota para los hispanos que vivimos aquí, si no también para la sociedad entera.

Cuando, al día siguiente de haber llegado, mi padre y yo nos enteramos de que la gente estaba votando al nuevo alcalde, estábamos seguros de que el segundo candidato, Pablo Ruiz, iba a prevalecer. Su campaña era mucho mejor que la de O'Bryan en todos los aspectos, y sus ideales se basaban en orden, respeto, y paz entre todos.

Pero evidentemente, la población de Rose Lake aún no está lista para tener a un latino como Ruiz ocupando el puesto de alcalde, así que aquí estamos: viendo como un puto racista con la barba rojiza se lleva un lugar que no se merece solo por ser blanco y de ascendencia completamente estadounidense. Que mierda de país.

Mi padre, no teniendo la ciudadanía estadounidense, no ha podido votar esta semana, y yo tampoco porque soy menor de edad. De todas formas, dudo que nuestros dos votos hubieran hecho la diferencia. Los buenos somos muy pocos en comparación con los malos.

Como si la noticia del nuevo alcalde no bastara para demoler completamente mi buen humor, empiezo a escuchar pasos sobre mi cabeza y la escalera crujiendo.

Aprieto los puños, intentando que no se me note el enfado, e intento calmarme mientras que en mi mente aparecen tres palabras:

Él está aquí.

Simplemente VanesaDove le storie prendono vita. Scoprilo ora