Capítulo 45. Placeres culpables

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Cuando abro la puerta de casa, esta noche, me encuentro a mi padre esperándome en el vestíbulo.

Tiene las extremidades de los labios hacia abajo y los brazos cruzados sobre el pecho, así que supongo que está enfadado. Sus piernas están ligeramente separadas, como para darle más estabilidad, y yo lo tomo como la enésima confirmación de que ha pasado algo serio.

Juancho está sentado en las escaleras detrás de papá, con la cabeza agachada y el semblante mustio. La última vez que lo ví así fue después del funeral de mamá hace muchos años.

Cierro la puerta tras mi espalda al mismo tiempo que mi padre me tiende una hoja.

Cuando la agarro, mi corazón se salta un latido.

Mierda.

Es la carta de suspensión de Juancho. La fecha remonta a este lunes, así que supongo que el listillo de mi hermano la ha tenido escondida en su cuarto por toda la semana.

-Lo sabías y no me dijiste nada- me dice papá. Su voz suena lejana en mis oídos, como si estuviera hablando desde otra habitación.

Trago con dificultad y evito mirarlo a los ojos, porque sé que no me gustará la decepción que veré en ellos. En lugar de eso, le echo un vistazo fugaz a Juancho, que sigue cabizbaja en las escaleras. Parece un pobre perro callejero al que acaban de madrear.

-Yo...- las palabras se atoran en mi garganta y forman un nudo apretado.

¿Qué se supone que debería decirle a papá? ¿Que he mantenido el secreto de mi hermano porque no soy una culera y porque, si lo han suspendido, ha sido por mi culpa?

-En la carta dice que Juan Camilo ha agredido a otros dos compañeros- sigue mi padre. -¿Me puedes decir qué ha pasado exactamente?

Mi mandíbula se tensa. Si me pregunta eso, significa que mi hermano no le ha contado los motivos de la pelea, y con razón; ningún padre decente quisiera escuchar que en el colegio hablan sobre las nalgas de su hija de manera inapropiada.

Mi mirada se dirige automáticamente hacia Juan, que niega casi imperceptiblemente con la cabeza y abre mucho los ojos; creo que ésta es su manera de hacerme entender que debería callarme y no contarle la verdad a papá. Sé que no está bien, pero asiento: es la decisión mejor para los tres.

-Este... Se pelearon porque esos chicos no habían dejado copiar a Juancho en un examen- tartamudeo, esperando que mi padre no detecte la mentira.

Por suerte, parece tragársela.

-¿Y tú lo viste?- pregunta nuevamente, apoyando las manos sobre sus caderas-. O sea, ¿Viste que Juan Camilo empezaba la pelea? ¿Estás cien por ciento segura?

Asiento.

-Sí.

-¿Entonces no tengo que llamar a la escuela para que convoque a esos chicos y pedirles aclaraciones?

-No, papá, ya te lo he dicho- interviene Juancho con aire sumisa-. Fue toda mi culpa. Fui yo quien los provocó.

Eso es cierto, pero igual Juan no se merece que nuestro padre piense mal de él. Si les ha pateado el trasero a Alvin y a Scott, no ha sido por un estúpido examen: ha sido para defenderme a mí.

Papá sacude la cabeza y esconde la cara entre sus manos.

-¿Por qué no me lo contaste antes?- investiga, dando un paso hacia mí.

Lo que más me saca de quicio es que está completamente calmo, con las cejas muy rectas y los ojos oscuros clavados en mi frente, como si quisiera ver mis pensamientos. Estoy empezando a desear que me grite y que me castigue por haberle mentido, pero por el momento no lo hace.

Simplemente VanesaWhere stories live. Discover now