Capitulo 11. Debate

128 71 49
                                    

Media hora antes de terminar la clase, Mr. Harris tiene la maravillosa idea de hacernos hacer un debate sobre la verdad. Tenemos que decir qué es la verdad para nosotros y sostener nuestras ideas, incluyendo en nuestro discurso lo que hemos aprendido sobre el pensamiento de Nietzsche.

A mí me encantan los debates porque disfruto derrotar con palabras a los demás, pero hoy, con Lucas tres filas delante de mí, me resulta insoportable sostener uno. He pasado toda la clase mordisqueando mi lápiz, y se podría decir que incluso estoy más furiosa de cuando empecé.

Miro la estúpida nuca de Lucas, cubierta de estúpido pelo negro un poco largo, con odio renovado cuando levanta su estúpido brazo para decir algo estúpido.

Lo odio.
Es un racista.
Casi rompe mi ventana.
Su pelo parece muy suave.

Me sorprendo de mi misma al pensar aquello, y me castigo pinchándome el antebrazo con la parte puntiaguda del lápiz.

No hagas la idiota, Vi, tú lo odias, me repito mentalmente, como si estuviera rezando.

-¿Puedo empezar yo el debate?- pregunta Lucas.

Su voz es resonante y algo ronca, y me da ganas de tirarme de la azotea de un rascacielos. Suerte que en Rose Lake no hayan.

-¡Por supuesto!- le concede Mr. Harris, entusiasmado -. Cuéntanos todo.

-No nos cuentes nada, tarado- siseo en voz baja, clavándome las uñas en la carne de las manos hasta dejarme marcas rojas.

Tengo la mala costumbre de decir en voz alta todo lo que pienso, y como la mayoría de las veces no son cosas bonitas, resulta bastante desagradable para quien me oye. Esta vez pienso haberlo susurrado demasiado bajo para que alguien lo escuche, pero me doy cuenta de que no es así cuando el chico sentado frente a mí se da la vuelta y me mira.

Tiene un piercing en la ceja, un pendiente resplandeciente en la oreja derecha y un tatuaje que se asoma por debajo de su camiseta a la base del cuello; por sus rasgos reconozco que es de ascendencia latina, como yo, y algo en mi interior me grita que tengo que advertirle de que, si se acerca a Lucas, probablemente le podría lanzar piedras.

Porque es un racista de mierda, añado en mi cabeza mientras el chico latino me sonríe.

Yo esbozo una media sonrisa chueca y me dispongo a escuchar las tonterías que está soltando Lucas.

-... Creo que no existe una verdad absoluta, y que, como dice Nietzsche, todo es una interpretación personal de la realidad.

-Muy bien, Lucas- lo felicita el profesor, y mis instintos oscuros me sugieren de asesinarlo -. ¿Alguien más ve las cosas como él?

-Yo no.

Me sorprendo al escuchar mi propia voz, ronca por falta de utilizo.

Veo que Mr. Harris gira su cabeza hacia mí y que Lucas voltea para mirarme, pero yo tengo los ojos clavados en la pizarra. No miraría aquel hijo de la chingada ni por todo el oro del mundo.

-Estoy más de acuerdo con la opinión de Santo Tomás de Aquino, que decía que la verdad es la versión más fiel de la realidad.

Siento como una oleada de calor se extiende por mis mejillas, y de repente me convierto en el nuevo centro de atención de mis compañeros.

Perfecto, justo lo que quería.

-No creo sea así.

La voz de Lucas contradiciéndome es lo más molesto que he escuchado en mi vida. Madre mía, solo deseo salir de aquí y no volverlo a ver nunca jamás.

-Una prisión podrá parecer un lugar horrible para un preso- sigue Lucas, y percibo que se está medio riendo, -pero también una obra maestra de la arquitectura para un turista que la ve desde afuera. Esto nos demuestra que todo es subjetivo.

Al final me decido a mirarlo. Quiero decirle que se equivoca porque lo que dice no tiene ni pies ni cabeza, pero veo su cara y la respuesta que había pensado se esfuma como agua debajo del sol.

La primera cosa que capta mi atención es la perfecta simetría de su rostro. Tiene la mandíbula cuadrada y definida y las cejas iguales, a la misma altura y con el mismo ancho. Apuesto a que, si contara los pelos en cada una de ellas, serían el mismo número en ambas.

Desde mi ventana no lo podía notar, pero tiene un lunar al lado de la comisura de la boca y otro sobre el párpado.

Sus ojos grises me miran divertidos, y la chispa que hay en ellos me confirma que se acuerda de quién soy. Y de qué me ha hecho.

De repente, quiere agarrar un Kleenex y borrarle esa estúpida sonrisa de la cara.

-Tu teoría se cae por su proprio peso- digo sin dejar de mirarlo -. Si la ponemos a prueba en una situación de la vida real, tiene enormes fallos.

-Ilumíname- me pide él, sin que su sonrisita malévola vacile ni tan solo por un segundo.

-Asumamos que un hombre ha matado a una mujer- empiezo solemnemente, mientras de reojo veo a Mr. Harris que se reacomoda en su silla, entusiasmado-. Está claro que en esta situación, el hombre es el asesino y la mujer la víctima. Podríamos preguntarnos porqué el hombre ha cometido ese acto, y los más machistas podrían decir que tal vez tenía sus buenas razones, pero la realidad de que él ha matado a la mujer no cambia. Aquí no espacio para las... ¿Cómo las llamaste? "Interpretaciones".

Lucas abre la boca para contraatacar, pero suena el timbre y las palabras que iba a pronunciar se quedan en la punta de su lengua. Mejor así, porque ya me estaba hartando de él.

-¡Muy muy bien, chicos!- exclama feliz Mr. Harris -. La próxima semana les hablaré de otro filósofo y seguiremos con los debates. Mientras tanto, voy a poner un más a Lucas y... ¿Cómo te llamas?

-Vanesa Gutiérrez- respondo mecánicamente.

-Pondré un más a Lucas y Vanesa por su brillante discusión de hoy. ¡Hasta luego!- nos saluda Harris antes de desaparecer tras la puerta.

Me quedo mirando a mis demás compañeros empacar como una boba antes de realizar que yo también tengo que irme. Me levanto para recoger mi mochila cuando el chico con el piercing que estaba sentado frente a mí se me acerca aplaudiendo.

-Lo has hecho muy bien.

Me sonríe, y sus dientes perfectos reflejan las luz de los fluorescentes sobre nuestras cabezas.

-Gracias.

Sonreírle rompe parte de la tensión que me acompaña desde que Lucas ha entrado a esta clase.

-Yo habría dicho lo mismo que tú, pero...- se pasa una mano por el pelo. -Pero tú te has expresado mil veces mejor.

-Gracias.

Vale, no soy muy original en mis respuestas, pero ¿qué más puedo decirle? Parece el tipo de chavo que se pasa toda la tarde fumando porros.

Tu también te has pasado toda la tarde fumando porros.

Muchas gracias, conciencia. Te hago notar que no es para nada lo mismo... ¿o tal vez sí?

De todas formas, no me gusta que me juzguen por mi apariencia, así que intento no hacerlo con los demás tampoco. Le sonrío de nuevo al chico y le pregunto su nombre.

-Chris- suelta sin pensarlo -. Y tú Vanesa, ¿correcto?

Asiento con la cabeza.

-Llámame Vi.

-Vi, perfecto.

Nos sonreímos y salimos de la clase juntos. Antes de irme, miro atrás en busca de Lucas, y nuestros ojos se encuentran. Me guiña el ojo izquierdo antes de que yo desaparezca por el pasillo, y me sonrojo al instante.

Será mejor para ti que tengas un tic en el ojo, pienso, esta vez en mi cabeza.

Simplemente VanesaWhere stories live. Discover now